Pero no terminaba de decirlo cuando escuchamos que una garganta gemía palabras que no alcanzaba a pronunciar, y si hay un lugar donde eso es tenebroso, ese lugar es la brumosa Bárcena, donde estábamos poco más que perdidos aunque el hombre que me guiaba decía conocer el paraje desde su más tierna infancia.
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Pero no terminaba de decirlo cuando escuchamos que una garganta gemía palabras que no alcanzaba a pronunciar, y si hay un lugar donde eso es tenebroso, ese lugar es la brumosa Bárcena, donde estábamos poco más que perdidos aunque el hombre que me guiaba decía conocer el paraje desde su más tierna infancia.
Tres cosas signaron su vida: al salir de su casa sacrificó a su hija, cuando llegó a su destino estuvo diez años sin regresar y después de esa década encontró a su mujer con otro hombre, pero aunque las dos segundas desgracias me sonaban coherentes entre si, la primera me llenó de espanto. ¿De veras me dice que don Agamenón Quispe sacrificó a su hija?
Ni más ni menos, me respondió como si tuviera la menor idea de cuanto menos que un sacrificio es algo digno de tenerse en cuenta. Porque usted verá que es un verdadero sacrificio vivir en estas tierras ocultas bajo el vapor, me dijo mientras las toces aumentaban como si alguien que no veíamos se hubiera atragantado con un carozo de palta.
Algo hay que hacer que se nos muere, le dije a mi guía sintiendo que aquellos gritos guturales estaban agotando las horas de alguien que se ocultaba tras el velo blanco del vapor de Bárcena.