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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Consejo de madre

Martes, 01 de octubre de 2013 23:50

La abuelita atravesó la chacra lentamente por falta de apuro antes que por cansancio. Cuando ya estuvo cerca del viejo campesino que me hablaba, lo miró desde esos ojos negros que se le hundían como perlas en el cráneo y le alcanzó la bolsita con hojas de coca. El campesino se acuclilló como cuis pispireto y sacó hojita por hojita desechando las rotas y las ennegrecidas.

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La abuelita atravesó la chacra lentamente por falta de apuro antes que por cansancio. Cuando ya estuvo cerca del viejo campesino que me hablaba, lo miró desde esos ojos negros que se le hundían como perlas en el cráneo y le alcanzó la bolsita con hojas de coca. El campesino se acuclilló como cuis pispireto y sacó hojita por hojita desechando las rotas y las ennegrecidas.

Ella de pie, el hombre en cuclillas, se acercaron casi hasta ser uno y me miraron con misericordia. Luego, el hombre dijo que podía interesarme saber cómo fue que se conocieron. Ella rió casi para adentro, y él me dijo que fue hace muchos años, antes de que por acá se escuchara hablar del peronismo pero algo después de que pasaran los Varela.

Me dijo que su madre la acompañaba adonde fuera, y que le hacía cubrir los cabellos con una tela vieja para que no lucieran tanto. Llegaban juntas al almacén, que quedaba como a tres horas, y del almacén salían juntas con la mercadería. Si la madre hilaba al pastorear, ella le ovillaba la lana, y si la madre tejía, la niña le tenía el ovillo.

Ningún hombre pensaba que fuera posible acercársele como si se tratara del oro más protegido del infierno, y las miraban pasar desde lejos, con respeto. Pero en uno de esos andares, la moza había puesto los ojos en ese joven que ahora, ya viejo, me contaba el cuento y se lo dijo a la madre.

Haga que se gane el derecho a un beso pues, le aconsejó la madre dándole a entender que no la cuidaba del amor sino del robo. Lo voy a hacer, dijo la niña guardándose el consejo en el corazón.

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