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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Doña Emetria

Lunes, 21 de enero de 2013 21:16

Al poco rato estábamos batiendo palmas en la puerta de la casa de doña Emetria, donde nos atendieron sus perros con dolorosas fauces. Los evitamos con algunas piedras hasta que apareció la dueña de casa. Cuando nos preguntó que nos llevaba a visitarla, el peluquero le respondió que llevábamos a esa bella dama para ser chayada.

Es que anda con demasiada suerte, le explicó el rapabarbas, y anda dudando que detrás de tanto bien ande el rastro del Malo. Siempre es posible, dijo doña Emetria confirmando algo obvio: que siempre era posible cualquier cosa. Entre otras, que la suerte que había vuelto rica a Inés Alba de la Cruz fuera cosa mala, y entonces pasamos a la sala.

En la sala estaban todos los ingredientes necesarios para que doña Emetria ejerciera su oficio, para lo que leyó las hojas de coca sobre el mantel de nylon con que cubría la mesa, y como las hojas de coca parecían decirle que no había nada de malo en su buena suerte, doña Emetria tomó una mano de Inés Alba de la Cruz entre las suyas y le dijo que no corría más riesgo que la envidia de los envidiosos.

Nunca faltan los que se crispan con la suerte ajena, le dijo, le pidió un pañuelo, vaya a saberse qué le puso adentro y la despachó tratando de despreocuparla, con lo que volvimos al bar por un brindis que se extendió, asado de por medio, hasta que la noche cayó sobre Tilcara. Pero no terminan ahí las cosas, porque acaso fuera el vino, pero otros dicen que fue la fortuna de Inés Alba de la Cruz, la cosa es que el peluquero se le puso mimoso.

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