Todo comenzó en 1939, cuando Wenceslao Gallardo y Ángel Canderle, dos habitantes de Jujuy, se adentraron en la espesura de Zapla para cazar. Lo que encontraron, sin embargo, no fue presa de monte, sino un mineral que revolucionaría la industria argentina: hematita, con un 69% de hierro. Bautizado como "zaplita", este hallazgo llegó a manos del general Manuel Nicolás Aristóbulo Savio, un militar con una visión poco convencional para su época: Argentina, sostenía, debía industrializarse sin abandonar su matriz agropecuaria.
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Todo comenzó en 1939, cuando Wenceslao Gallardo y Ángel Canderle, dos habitantes de Jujuy, se adentraron en la espesura de Zapla para cazar. Lo que encontraron, sin embargo, no fue presa de monte, sino un mineral que revolucionaría la industria argentina: hematita, con un 69% de hierro. Bautizado como "zaplita", este hallazgo llegó a manos del general Manuel Nicolás Aristóbulo Savio, un militar con una visión poco convencional para su época: Argentina, sostenía, debía industrializarse sin abandonar su matriz agropecuaria.
Un militar con alma de industrialista
Hijo de inmigrantes genoveses, Savio nació en Buenos Aires en 1892 y optó por la carrera militar. Pero su mente estaba puesta en la tecnología. En 1930, convenció al presidente Uriburu de crear la Escuela Superior Técnica, semillero de ingenieros para la industria pesada y de defensa. "Sin industria propia, estamos condenados", alertaba, anticipando los riesgos de depender de importaciones en un mundo al borde de la Segunda Guerra Mundial.
Su obsesión por la autosuficiencia lo llevó a Zapla, donde en 1943 nació Altos Hornos Zapla, la primera planta siderúrgica del país. El 11 de octubre de 1945, mientras Buenos Aires ardía con la crisis por el arresto de Perón, Savio celebraba en Jujuy la primera colada de arrabio. "Un chorro brillante de hierro nos ilumina el camino", proclamó.
El Plan Siderúrgico y las batallas políticas
En 1946, ya bajo el peronismo, Savio presentó su Plan Siderúrgico Nacional, que incluía la creación de SOMISA. Pese a la resistencia de algunos ministros, logró el apoyo de Perón tras una reunión clave. El proyecto se aprobó por unanimidad en 1947, pero su ejecución se demoró. Savio no lo vería: murió de un infarto el 31 de julio de 1948, a los 56 años, sin saber que su obra maestra —la planta de San Nicolás— solo se concretaría en 1960, bajo el gobierno de Frondizi.
Legado y paradojas
Hoy, las ruinas de Zapla son un destino turístico, símbolo de un proyecto abandonado. Pero la epopeya de Savio —que también impulsó la petroquímica, la minería y hasta exploraciones en la Antártida— sigue vigente en el debate sobre qué modelo de desarrollo necesita Argentina. Como escribió en uno de sus informes: "La independencia económica no se regala: se fabrica".
En un país de ciclos industriales truncados, la figura de Savio se erige como un faro. Su historia, entre el hierro jujeño y los despachos oficiales, invita a preguntarse: ¿qué hubiera sido de Argentina si sus ideas no se hubieran diluido en la grieta política?