En el IV Congreso Argentino de Agroecología se abordó diferentes enfoques en innumerables mesas, y en la de educación hubo un diagnóstico compartido, porque se coincidió en que sin una transformación profunda de la formación académica, no habrá transición agroecológica posible. Investigadores, decanos, académicos y referentes latinoamericanos coincidieron en que las universidades deben superar el paradigma simplificador heredado de la Revolución Verde, e integrar la agroecología como enfoque transversal, comunitario y territorial.
Desde México hasta Bolivia y Argentina, las exposiciones plasmaron urgencia de construir modelos educativos que dialoguen con los saberes campesinos e indígenas, formen profesionales capaces de comprender la complejidad y devuelvan a los territorios el protagonismo. Las experiencias coincidieron en que el futuro de la agroecología se juega tanto en las aulas como en los campos, y que ese viraje académico ya comenzó pese a las resistencias.
La investigadora mexicana Citlal Solano Lara, coordinadora de la Maestría en Agroecología, Territorio y Soberanía Alimentaria de la Universidad Campesina e Indígena en Red (México), expuso la necesidad de incorporar la agroecología como eje transversal en las ciencias y en los programas académicos de la región. Presentó la experiencia de la maestría que coordina, que ofrece alternativas educativas adecuadas para campesinos e indígenas, integrando diálogo de saberes y trabajo territorial. Estimó que uno de los logros más significativos fue acercar la educación agroecológica a quienes realmente la necesitan, los productores rurales. Dijo que con la universidad logró reconstruir la fragmentación del campesinado que habían generado algunas políticas públicas, y lo hizo mediante metodologías de campesino a campesino, fortaleciendo los lazos y promoviendo una transición agroecológica sostenida.
Destacó que la creciente presencia de campesinos en la maestría confirma que la formación situada y comunitaria es una herramienta poderosa para revitalizar los territorios. "Cada vez son más quienes ingresan, y eso nos llena de satisfacción. Es una señal clara de que la agroecología no solo se estudia, se vive, se comparte y transforma a las regiones rurales", dijo. Aunque estimó que la agroecología avanza en Latinoamérica, sostuvo que en México tuvo una recepción cada vez más amplia.
En tanto, Adolfo Flores Ovando, decano de la Facultad de Ciencias Agrícolas y Pecuarias de la Universidad Autónoma Tomás Frías, de Potosí, Bolivia, expuso sobre los avances y desafíos de incorporar la agroecología en la formación universitaria. Planteó que desde su gestión impulsa la transversalización de contenidos agroecológicos en todas las asignaturas, articulando saberes científicos con experiencias de campo. "Si no lo hacemos, los estudiantes creerán que para aprender agroecología deben esperar al posgrado", afirmó.
Destacó que este enfoque ya muestra resultados debido a que los nuevos profesionales demandan insumos orgánicos y priorizan prácticas que conservan el ambiente. La facultad, además, acaba de obtener la acreditación del sistema de educación superior boliviano, que estimó valida al modelo académico que vienen construyendo. Sin embargo, reconoció que aún existen resistencias dentro del ámbito académico, especialmente entre quienes fueron formados bajo la lógica de la Revolución Verde, y por ello sostuvo la importancia de recuperar y documentar los saberes comunitarios vigentes y eficaces, incluso ante el cambio climático. "Las comunidades producen de manera orgánica desde siempre; ese es el modelo que debemos aprender y revalorizar", dijo.
El decano anunció también el inminente convenio de cooperación entre la Universidad Tomás Frías y la Universidad Nacional de Jujuy, que permitirá intercambios de estudiantes y docentes.
En otra mesa, Luiz Carlos Pinheiro Machado Filho, de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil, brindó una charla abierta titulada "Suelos sanos, base para una agricultura sostenible", y destacó que la fertilidad actual de los suelos es el resultado de miles de años de coevolución entre plantas, animales, roca y ambiente, un equilibrio que hoy se ve amenazado por prácticas agrícolas predatorias.
Destacó la necesidad de un enfoque agroecológico que priorice no solo la productividad, sino también el cuidado del ambiente y el bienestar de todos los actores del ecosistema. Expuso la relevancia de la materia orgánica para sostener la vida del suelo y detalló el Pastoreo Racional Voisin, método basado en cuatro leyes fundamentales, reposo, ocupación, ayudas y renta regular, como herramienta clave para restaurar suelos degradados y evitar el agotamiento de los recursos del planeta.
Nuevos modelos de formación
También Santiago Sarandón, presidente de la Sociedad Argentina de Agroecología, cuestionó la formación profesional, asegurando que durante décadas la educación agrícola latinoamericana se estructuró bajo un paradigma "simplificador y cortoplacista", orientado casi exclusivamente al rendimiento y sostenido por un modelo tecnológico que promovió el monocultivo y la dependencia de insumos externos, un esquema erróneo que las propias universidades ayudaron a consolidar.
Explicó que Argentina concentra el 82% de su superficie en apenas tres cultivos, y que a escala global se apoya en quince especies para alimentar al 90% de la población. Planteó que para el académico, la crisis ambiental y social actual evidencia "el signo inequívoco del colapso de un modelo equivocado", sostenido por la fe ciega en la innovación, la reducción del conocimiento a parcelas aisladas y la mercantilización de los bienes comunes. Sostuvo que este paradigma aún domina la formación universitaria, en el que persisten la insumo-dependencia intelectual, la ausencia de perspectiva ética y la subvaloración del conocimiento no científico.
Por ello consideró que la transición agroecológica requiere un cambio educativo profundo, no sumar contenidos sino transformar la manera de comprender los sistemas agropecuarios. Planteó formar profesionales capaces de manejar la complejidad, convivir con la incertidumbre, integrar múltiples valores y dialogar con otros saberes, especialmente los de las comunidades rurales e indígenas. Admitió que hay resistencias institucionales y se mostró optimista por los "faros agroecológicos" que funcionan. "Cada vez es más evidente que sin un nuevo paradigma educativo, no habrá futuro agrícola posible", dijo.
Por su parte, el rector de la Unju, Mario Bonillo también reflexionó sobre los valores que atraviesa la formación académica y condicionan la transición hacia un paradigma verdaderamente agroecológico. Relató cómo la incertidumbre suele incomodar a una academia acostumbrada a certezas y a lógicas heredadas. Dijo que esa perspectiva en "automático" es la misma que reproduce discursos bélicos en la agricultura, con la idea de que las plagas son enemigas a exterminar y que la única respuesta válida es una guerra química que lejos de resolver problemas, profundiza la dependencia y degrada los ecosistemas.
Sostuvo que esta mirada no es solo técnica sino ética, revela una relación con la naturaleza basada en el control, la transparencia absoluta y la negación de lo vivo. Explicó que frente a ello la agroecología propone resonancia, diversidad y diálogo, valores que también deben replantear la gestión universitaria.
Estimó que crear carreras específicas de agroecología no basta sino que el desafío es transformar integralmente las instituciones para que toda formación agronómica se funde en este nuevo paradigma. Basado en experiencias concretas, instó a desautomatizar el discurso científico y abrir la universidad a un conocimiento plural, crítico y profundamente conectado con los territorios.