Por DR FERNANDO ZURUETA
inicia sesión o regístrate.
Por DR FERNANDO ZURUETA
En febrero en este año y en este matutino publiqué lo referido a la salud pública en Jujuy, brindando una serie de antecedentes, pero no estaría completo sino menciono a uno de sus propulsores y su mayor benefactor como fue Escolástico Zegada en el hospital "San Roque".
Nació Escolástico en Jujuy el 10 de febrero de 1813 y desde muy joven se destacó por su inteligencia y sus inquietudes en lo social y cultural. Con solo quince años tradujo la Historia de la Revolución Francesa y pocos años después viajó a Chuquisaca a continuar sus estudios consagrándose sacerdote el 25 de octubre de 1836. Al regresar a su tierra fue nombrado vicario de la Parroquia de Jujuy.
Su actividad fue múltiple, extraordinaria. Dada su vocación de trabajo, reedificó el templo de la iglesia San Francisco el que estuvo largos años abandonado siendo en esa época un montón de ruinas logrando que los padres franciscanos vuelvan a sus claustros. Fue escritor relevante redactando "Instrucciones Cristianas" y "Reflexiones religiosas y sociales con enfoque moral, deberes sociales y cristianos, entre tantas obras.
Su espíritu inquieto lo llevó en 1856 a crear la primera imprenta de Jujuy donde se editaba "El Orden". Su objetivo fue "divulgar publicaciones que sean útiles para ilustrar al pueblo en los derechos y obligaciones ciudadanas". En la dirección puso a cargo a su sobrino Macedonio Graz, quien luego fuera el primer juez federal que tuvo la provincia.
Fue diputado provincial, convencional y presidente para la reforma de la Constitución sancionada en el año 1856.
Propuesto tres veces por el Gobierno nacional para el Episcopado. Preocupado por la educación creó la primera Escuela de Artes y Oficios en habitaciones habilitadas para ello en parte del templo de San Francisco (Convento de Misioneros franciscanos). Allí concurrían los niños humildes de la población inculcando normas de trabajo y disciplina evitando así los "vagabundeos". Fundó luego el "Colegio de Educandas" (actual Nuestra Señora del Huerto en terrenos que él donara).
Con el fin de mejorar la salud de la población, se entusiasmó en remodelar el hospital "San Roque" en una obra paralizada. Pidió autorización al vicario apostólico Dr. Pablo Padilla y Bárcena manifestando: "... ver cada día infelices en extrema necesidad en sus enfermedades hasta el grado que muchos mueren, no solo por falta de medicinas y de asistencia, sino aún al no tener un rincón de abrigo, me ha estimulado a hacer cuanto pueda para llenar estos dos objetivos. He emprendido levantar a lo menos una capilla de la misma advocación (La Merced) y en su recinto hacer unas viviendas que sirvan de hospital para hombres y mujeres con la correspondiente separación y comodidad...".
En una carta escrita en el año 1844 le dijo a su sobrino Macedonio Graz quien estudiaba en Sucre: "... Aquí estoy tratando de hacer... un hospitalito, una casa de educandos".
Con su perseverancia y seguramente sin saber, cumple el anhelo de sus antecesores en la restauración del hospital. Con el aporte de su patrimonio, con la ayuda de vecinos que entregaban dinero, con la mano de obra gratuita en los trabajos de albañilería y con la colaboración de los estudiantes que día a día, al terminar sus clases acarreaban piedras desde el río Xibi Xibi, construyó y remodeló el ansiado hospital reparando además el templo La Merced construido a principios del siglo XVII.
Para la época fue un acto de trascendencia por la importancia que tomaba la ciudad con este postergado emprendimiento.
Escolástico Zegada trabajó para lograr mayores ingresos y que el edificio del hospital sea una realidad. Tomó la idea de proyectar y construir un tambo en la misma manzana del hospital que sería un ingreso de fondos para los fines perseguidos.
Al decir de Miguel Ángel Vergara, "fue el renacimiento de los antiguos tambos coloniales" para beneficio de los viajeros de trecho en trecho, y cubrir además las inmensas distancias de los dominios españoles. El tambo de entonces era al mismo tiempo casa de hospedaje, sitio de recompra de los artículos de primera necesidad y provisión de mercaderías de consumo.
Al tambo se lo conocía con otro nombre: "La recova". Contaba con quince cuartos que podían ser alquilados para los fines propuestos. Con esta idea se proporcionó una renta que contribuyó a continuar con la obra edilicia que se constituyó como un verdadero hito para su época.
En 1846, Zegada en otra carta dirigida a su sobrino Macedonio Graz decía: "... Me falta tiempo, plata, auxiliares, etc.; pero confío en Dios. Ruégale sin cesar por el logro y por su bendición para las miras más extensas que tengo".
Concluida la construcción del edificio del hospital en 1850 aún faltaba el mobiliario y el arreglo de sus ambientes. La Sociedad Filantrópica que, por ley de la Sala de Representantes del 13 de enero de 1844, que inspeccionaba los establecimientos educacionales y sanitarios, colaboró con el aporte de los vecinos para que el hospital comenzara a funcionar cubriendo las necesidades sanitarias de zona. La comisión encargada se integraba por Escolástico Zegada como presidente, vicepresidente Carlos Molina, secretario Dr. Manuel Padilla y tesorero Mariano González.
Miguel Ángel Vergara relata que el edificio levantado tenía una fachada muy importante iluminado con cuatro faroles. Contaba con un ingreso principal de envergadura, un salón de ventanas amplias para los enfermos, y otra sala superior con balcones; una sala destinada para las reuniones de la Sociedad Filantrópica, otra para la botica y varias habitaciones para el personal. El moblaje de un ambiente importante contaba con catorce camas, veladores para los remedios y elementos de farmacia.
El cuerpo médico formado por prestigiosos médicos: los doctores Gabriel Cuñado y Sabino O'Donell, y el Dr. Manuel Arias, más un administrador, enfermeros, cocineros y lavanderos fueron los encargados del funcionamiento sanitario.
El doctor Cuñado hizo un obsequio a la comunidad con un botiquín y pide que se le exima de la patente. Cabe recordarlo a este distinguido médico jujeño que le tocó el reconocimiento de los despojos del general Juan Galo Lavalle en 1841, como también otorgó el certificado de enfermedad del presidente boliviano exiliado José Miguel de Velasco en 1850.
El hospital ideado por Escolástico Zegada se hizo con ingresos que él obtenía a título personal; más del producido del tambo; donaciones logradas por la Sociedad Filantrópica; lo que el Gobierno asignaba mensualmente y de lo que obtenía de la Finca del Río Negro de propiedad del francés Pablo Sardicat (Pablo Soria).
Así se logró ampliar la cobertura sanitaria.
Zegada continuaba colaborando con sus bienes solventando los gastos de ese entonces.
Desde que comenzó a funcionar como tal, ingresaron hasta el año 1855, 188 enfermos muriendo solo 24. La mayoría de los que ingresaban eran enfermos de suma gravedad que eran atendidos con dedicación y esmero.
En suma, el hospital día a día lograba mayor prestigio pero con el aumento poblacional y el crecimiento paulatino de enfermos que llegó a cien por año y su mantenimiento se hacía cada vez más difícil. Los fondos estaban agotados y Zegada no pudo hacer frente a las diversas necesidades, lo que motivó que en el año 1863 deje de funcionar. Hasta ese entonces ingresaron la cantidad total de 1.394 enfermos.
Luego de cinco años Escolástico Zegada logró que nuevamente funcione el hospital hasta que luego fue demolido construyéndose el actual hospital "San Roque".
Con su trabajo en la construcción y apoyo del hospital, dedicó además sus esfuerzos al crecimiento del Colegio de Educandas llamado también de Dolores. Compró con su dinero el terreno y luego de acumular materiales y obtuvo la autorización para el funcionamiento de la Sala de Representantes quien en uso de sus facultades decretó la licencia para fundar a sus expensas este colegio. La autorización fue otorgada y lo inauguró el 11 de julio de 1858 cumpliéndose los siguientes actos: misa solemne en la Iglesia Matriz, y luego, en el nuevo colegio, hablaron el ministro general Serapio de Tezanos Pinto, Manuel Padilla y el gobernador Roque Alvarado.
Vivió en su casa ubicada en calle Gorriti, frente a la plaza, dedicándose a orar y a escribir. Su obra pastoral continúa y su trabajo en aliviar a los enfermos fue su mayor deseo, como su dedicación a la educación y al mejoramiento de su ciudad. Dedicado al estudio era muy sobrio para hablar de los demás y de sí mismo y solía decir con frecuencia: "Herradura que cascabelea, clavo le falta". El 14 de agosto de 1871 a los 58 años murió siendo párroco de Jujuy durante 28 años hasta su fallecimiento y sus restos están sepultados en la iglesia San Francisco de la ciudad de Jujuy y es reconocido como un ilustre sacerdote y patriota por lo que es y será siempre luz permanente en el escenario de la vida jujeña.