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26 de Junio,  Jujuy, Argentina
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En las pequeñas satisfacciones está el secreto de la felicidad

Carmen Zapana es vendedora ambulante y quien compartió su experiencia diaria a través de la venta de desayunos.
Miércoles, 02 de octubre de 2024 01:02
CARMEN ZAPANA | UNA MUJER QUE APRENDIÓ DESDE PEQUEÑA SOBRE LA CULTURA DEL TRABAJO, AYUDANDO A SU MADRE Y LUEGO CAPACITÁNDOSE PARA PROGRESAR.

En una esquina de la ciudad, el aroma del café y de las frutas envueltas en una ensalada llena de colores, se mezclan sobre una mesa siempre lista para desayunar. Y es que este escenario urbano, puesto acaso como altar, es el ideal para que Carmen Zapana realice su labor desde temprano, cada día.

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En una esquina de la ciudad, el aroma del café y de las frutas envueltas en una ensalada llena de colores, se mezclan sobre una mesa siempre lista para desayunar. Y es que este escenario urbano, puesto acaso como altar, es el ideal para que Carmen Zapana realice su labor desde temprano, cada día.

Su rutina se inicia a las 4 de la mañana cuando empieza a preparar cada producto y a acomodarlo en su lugar para que los sabores del té o el mate queden perfectos en sus cajitas y que el pan tampoco falte al igual que el agua en los termos para el servicio completo. Cuando todo está dispuesto, limpio y la mesa presta a recibir a los clientes, ella aguarda con calidez la llegada de los primeros comensales del día. "Es dura la calle para trabajar, yo estoy desde hace veinte años. Por mis tres hijos hice de todo, soy madre soltera y el sostén de mi casa. A veces me quieren sacar, pero la lucho", relató esta mujer que compartió su experiencia como vendedora ambulante. "En este rubro de los desayunos empecé ayudándole a un señor mayor, se llamaba Jaime Scaramella. Él hacía desayunos, después nos asociamos y al último -cuando falleció- me compré mis cosas y empecé a venir sola. Aprendí mucho de don Jaime, que en paz descanse porque ya murió hace tres años", detalló. Con el tiempo, se trasladó de la plaza Belgrano a la esquina de Belgrano y Gorriti, desde donde propone alimentos y snacks como sándwiches, facturas y bizcochos.

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Los tiempos de una misma labor resultan los mismos, tanto antes como ahora. Y la responsabilidad consistía -y consiste- en llevar además, pastafrola y maicenas caseras. "Es un trabajo sacrificado pero da la posibilidad de realizarse, aunque es muy difícil a veces trabajando así, salí adelante y logré capacitarme en cocina", comentó Zapana acerca de su labor cotidiana, donde el progreso personal se hace notable.

La idea que el trabajo es la fuente de abundancia y que hay que ocuparse, es lo que la motiva junto a la palabra de sus padres que se replica en su pensamiento. Y es que desde que era pequeña, su lugar natal fue El Cucho, un rincón palpaleño que la cobijó desde que tuvo uso de razón. "Recuerdo que era chiquita, sabía ayudar a mi mamá, y antes de cumplir diez años sabía descargar, desencañar, encañar y clasificar", indicó Zapana cuya niñez fue tranquila en un lugar único. Rodeada de amor, creció con la enseñanza de que el trabajo hace a la persona.

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Por eso, la paciencia es una de las cualidades que sabe aplicar en el cotidiano. Y ante cualquier estado climático, sea lluvioso o soleado, la premisa es que se sale a trabajar sí o sí con su sombrilla que hace de paraguas en algunas ocasiones y le permite desempeñarse de lunes a viernes, de 7 a 10. "Me enseñaron a valorar el trabajo por lo que genera", dijo Zapana, quien desde el aprendizaje y no desde la obligación, a los 17 años llegó del campo a la ciudad para buscar su crecimiento personal y profesional. Se capacitó en cocina, cotillón y repostería, y también trabajó como niñera y en casas particulares. "Hoy en día doy gracias al Señor del Milagro y a la Virgen de Guadalupe, que no me hacen perder la fe", reflexionó esta trabajadora inagotable que reúne en la mesa a comensales del Norte, de Ledesma o de Calilegua que la felicitan por el café, "muy bien preparado" que efectúa con esmero.

Porque en esas pequeñas satisfacciones está el secreto de la felicidad, Zapana interactúa con la gente y se ve realizada en la tarea que mantiene como hábito. "Tengo mis dos hijos que ya son grandes y un pequeñín que tiene siete años, va a la escuela y que me da vida", contó. Sus hijos mayores ya tienen una vida hecha, mientras que al más pequeño le menciona que solo estudió hasta séptimo grado, en la escuela 274 de El Cucho, donde latente está el recuerdo de sus compañeros. "Como no tuve la posibilidad de hacer la secundaria, creo que la educación es un bien que uno puede dejarle a los hijos", reflexionó, subrayando que trabajo hay y que -de cualquier manera- se puede persistir en la vida.

 

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