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13 de Julio,  Jujuy, Argentina
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Perdón, permiso, disculpe, gracias, siempre presentes

Lunes, 12 de mayo de 2025 01:03

La forma inaceptable usada en el trato, atrapada por el ofuscamiento, incomprensión e impaciencia, trae consecuencias. En principio nos volvemos desagradables, gruñones, enemigos de todo y de todos, cuando no mudos y sordos ante el impacto que ocasione un imprevisto o indeseado acontecer.

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La forma inaceptable usada en el trato, atrapada por el ofuscamiento, incomprensión e impaciencia, trae consecuencias. En principio nos volvemos desagradables, gruñones, enemigos de todo y de todos, cuando no mudos y sordos ante el impacto que ocasione un imprevisto o indeseado acontecer.

Esto es más preocupante cuando naturalmente vivimos así, debilitando la convivencia. Todo parece estar a la medida de una circunstancia que, por obra del propio hombre, nada le resulta aceptable o cae bien. Es como si la araña renegara al enredarse en su propia tela. No obstante, aparenta sentirse cómodo en esas eléctricas y negativas descargas. Aunque en realidad, se esté ahogando en su soberbia inmanejable, y desde ella bebe el néctar amargo de la propia frustración, adrenalina y egoísmo mediante.

Como parte de esa personalidad, acelera la descalificación, dejando poco margen a amigables actitudes y relaciones.

Veamos detenidamente cual puede ser la causa.

La crispación social es real, permanente, obliga a la defensiva, condimento tóxico para una pretendida buena calidad de vida. Claro, la forma de tratarnos, de reaccionar frente a estímulos inesperados o indeseados, no suele ser la mejor bajo la lupa del carácter precipitado. Si frente a esto, analizamos las ventajas de la cordialidad, comprensión, calma, aceptando errores propios y ajenos; es decir ser tolerantes, nos llevarían a gozar de un ambiente convocante, agradable, con poco espacio para malos momentos. La actitud negativa, a más del mal rato, puede provocar enfermedades inesperadas, como gastritis o colon irritable, entre otros. Lo grave sería acabar con infarto de miocardio, de continuar así.

Resulta saludable ver viejas películas donde el lenguaje y respeto en el trato que se dan los personajes, aún en situaciones o dramas extremos, es agradable. A los jóvenes suele mover una sonrisa o el sentimiento de historias poco creíbles.

Claro, frente a los hábitos conocidos y monopolio de argumentos obsesivos encasillados en lo sexual, casi podríamos decir que es comprensible su incredulidad, más bien suena a cuento de Caperucita roja o Blancanieves. En ese andar se fueron extraviando, debilitando, palabras de enorme contenido y significado, como "perdón", "permiso", "disculpe", "gracias".

Todas corridas torpemente por el tobogán de la intolerancia. Cuando en realidad ellas abren y proponen caminos empáticos de armonía, esperanza, para la cosecha de un buen día coronado como feliz.

Importantes valores "humildemente" encarnados, muy difíciles mensurar, y que además soportan el peso y la estructura de la buena educación, de vital importancia para una sociedad que pretenda ser civilizada. Que los tiempos cambian, ya lo sabemos, pero que eso justifique perder el respeto, también se entiende como una falta que se debe a sí misma. Es un incomprensible y torpe gesto de agravio que para colmo se trasmite por imitación de generación a tal palo.

Podríamos decir que suena "bonito escuchar aquellas palabras" e inmediatamente resulta agradable a la vista quien lo expresa, más allá de escenario o condición.

Todo gesto tiene una reacción y de esto hay que hacerse cargo, más aún cuando se trata de palabras que son agraviantes a las relaciones, incluyendo la salud. A costa de ser justo, recordemos que reaccionamos desde fuentes diferentes.

Para mejor comprensión, aclaremos que son dos, desde "la razón o la emoción". Saque usted sus propias conclusiones que es lo más adecuado y conveniente y obre en consecuencia.

 

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