Hace muchos años, un día muy especial cambió para siempre la historia de Jujuy.
Ese día fue el 18 de noviembre de 1834, y podríamos imaginarlo como cuando uno decide andar en bicicleta sin rueditas por primera vez: con un poquito de miedo, con mucha valentía… y con el corazón lleno de sueños.
Ese día, nuestra provincia dijo algo así como:
“Queremos caminar con nuestras propias piernas. Queremos elegir nuestro propio camino”.
Fue como si Jujuy se mirara al espejo y dijera:
“Confío en mí. Yo puedo”.
Pero antes de ese gran momento, pasaron años de esfuerzo, de personas que soñaban con un lugar mejor, de familias que trabajaron juntas como si estuvieran armando un gran rompecabezas lleno de colores.
Porque Jujuy es eso: una tierra que guarda historias en sus montañas, que pinta su identidad con colores que no existen en ningún otro lugar, que crece desde raíces muy, muy antiguas,
y que siempre se levanta, incluso cuando las cosas se ponen difíciles.
Nuestros pueblos originarios, los trabajadores de antes y los de ahora, las mamás, los papás, los abuelos y los chicos… todos fueron tejiendo, puntito por puntito, una gran manta que hoy nos abriga a todos.
Cada uno puso algo: una palabra, un gesto, un esfuerzo, un sueño.
Recordar esta fecha es como abrir el primer capítulo de un libro de aventuras.
No para quedarnos ahí, sino para entender de dónde venimos y para animarnos a elegir hacia dónde queremos ir.
Y acá viene lo más importante para ustedes, los chicos y las chicas:
La autonomía no es estar solos.
La autonomía es saber quiénes somos, cuidar lo que amamos y aprender a decidir con el corazón.
Es levantar la mano para decir lo que pensamos, es pedir perdón cuando es necesario, es ayudar a un compañero, es imaginar cosas nuevas y es soñar tan alto como las montañas que vemos todos los días.
Así como Jujuy se animó a ser libre, ustedes también pueden animarse cada día: a hablar con respeto, a crear cosas maravillosas, a escuchar al otro, a compartir, a hacer equipo, y a creer en ustedes mismos.
Porque cuando un pueblo —o una persona— conoce sus raíces, es como un árbol fuerte: puede crecer alto, altísimo… hasta tocar el cielo.
El poeta jujeño Andrés Fidalgo dijo una vez que nuestra tierra “no es sólo un paisaje, sino una manera de sentir”.
Y esa manera de sentir, llena de colores, historias y valentía, es la que celebramos hoy.