El Tribuno de Jujuy conversó con Sergio Díaz Fernández, por la parte organizadora y con Alan Robinson y Claudia Menéndez, principales oradores de este encuentro, al que asistieron alrededor de sesenta docentes del área teatral.
El encuentro fue organizado por el nodo Jujuy de la Red Nacional de Profesores de Teatro “Dramatiza”, con el auspicio del Instituto Superior de Arte, a través de la escuela provincial de teatro “Tito Guerra”, quien brindó la resolución con puntaje docente. Estuvieron convocados docentes, estudiantes y artistas de teatro que trabajen en la docencia. Este año se decidió como eje temático “Teatro y discapacidad”, pensando en el teatro para la inclusión.
Sergio Díaz Fernández expresó que “el objetivo fue capacitar, abrir la cabeza de los docentes de teatro, que en varios casos nos encontramos con personas con discapacidad en nuestras aulas y por ahí no tenemos tan claro el abordaje. A partir del trabajo con Alan Robinson en este seminario taller, pensamos que podemos empezar, por lo menos, a modificar el pensamiento, abrir la cabeza y encontrarnos desde otros lugares”. Al comenzar la conversación, Robinson manifestó que “las personas con discapacidad, específicamente, tienen el derecho constitucional, a participar en la vida cultural en igualdad de condiciones y con igualdad de oportunidades que las personas sin discapacidad”. El especialista destacó que el periodismo debe poner la discapacidad en agenda y permitir hablar sensiblemente de la problemática, que pasa por la vulneración de derechos. El objetivo que persiguen con el dictado de esta clase de seminarios es la restitución de derechos. “No hablamos de derechos nuevos, hablamos de restituir derechos constitucionales”, subrayó Robinson.
Sergio Díaz Fernández se explayó sobre las circunstancias que desencadenaron este seminario y contó que el punto de partida tiene que ver con que han ido ingresando distintos tipos de personas a la “Tito Guerra”, como escuela pública de formación artística teatral, muy específica, la cual siempre brindó la posibilidad de acceso a las personas con discapacidad.
La diferencia está en poner el foco en que esas personas están y van a la institución. “Es como decir que hay un momento en que la persona con discapacidad asiste a clases y se la va dejando pasar, ponemos un aprobado y que sigue su curso. Hoy decidimos mirar como trabajamos con esa persona con discapacidad o como trabajamos con toda la diversidad y como nos hacemos cargo como institución de esto”, detalló el docente. La llegada de Alan Robinson con este taller de “Pedagogías inclusivas” tuvo como fundamento que los docentes de teatro, puedan adquirir herramientas, que no necesariamente son soluciones o pociones mágicas para el trabajo con personas con discapacidad dentro de las aulas de la “Tito Guerra” y otros espacios donde se desempeñen. En tanto, Claudia Menéndez indicó que una de las cosas que les interesa desde lo personal y desde la agencia es hablar de la temática, ir desmitificando cuestiones.
“En la medida que hablamos lo vamos a ir pudiendo desenredar”, remarcó. Uno de los conceptos tajantes que dejó Menéndez, tiene que ver con el conocimiento, al que caracterizó como algo que se expresa en forma cooperativa, por ende, el docente no tiene todo el saber y el alumno no es solo el receptor. Es algo que se construye en forma conjunta y, en este caso, más aún. Muchas veces, las personas con discapacidad o cualquier otro tipo de diversidad, junto al docente, irán acompañando entre los dos al grupo, diseñando estrategias para que realmente sea un proceso inclusivo.
Recorrido del taller
Este taller comenzó cuando Menéndez y Robinson realizaron una experiencia en la ciudad de Buenos Aires con un taller literario. “Cuando salíamos a dar el taller, asistían personas con discapacidad. Incluso Claudia se ocupaba de gestionar que personas encerradas, con un acompañante terapéutico, que querían ir al taller, puedan llegar. Esa experiencia duró un año. Nos empezamos a hacer preguntas, porque había estudiantes muy diversos, que enfrentaban distintos tipos de barreras para aprender literatura y querían hacerlo”, recordó Robinson. A raíz de eso, se generó la inquietud de escribir esas experiencias, que dejaron en los expositores un gran aprendizaje. Así, recorrieron ferias del libro con una publicación de dramaturgia, realizaron un taller de literatura disca y una resonante charla debate con el título “La discapacidad en la literatura argentina”. La primera demanda que surgió fue en el Instituto Nacional de las Juventudes en Buenos Aires, el cual cuenta con talleristas que enseñan lenguajes artísticos; asisten personas con discapacidad y no saben abordar la problemática. En pos de “un teatro para todos”, al decir de Alan Robinson, Jujuy fue testigo de la segunda experiencia seminarista, con más horas y con el desafío estético-artístico de poder compartir los conocimientos.
Pasos para alcanzar “Un teatro para todos”
El referente de la Agencia Nacional de Discapacidad destacó cuatro pasos a seguir para avanzar sobre esta problemática y alcanzar el objetivo de la inclusión. El primero es este, hablar de la temática, estar en la agenda periodística. El segundo, es organizarse con las personas interesadas en la temática, como la coordinación de la “Tito Guerra” y la red de profesores de teatro, quienes se acercan y preguntan cómo se puede hacer.
El tercer paso es el debate público. Y ahí Robinson se muestra más profundo, incluso analizando desde la experiencia propia. “Yo soy usuario de protectores auditivos y me canso de escuchar en la cultura, cuando se habla de una persona así, que es definido ni siquiera por su nombre y apellido, sino por su diagnóstico ‘trastorno del espectro autista’. Entonces lo que opera en la sociedad y la cultura es el diagnóstico y no la tarea, el trabajo, el oficio si se quiere de ese artista; ese es un debate público que hay que dar”, explicó.
El último paso es la actividad, por ejemplo, en este caso, la pedagogía. “En lo específico trabajamos con estrategias didácticas, poéticas, ejercicios y experiencias para que los profesores de artes escénicas, teatro, títeres, danzas, escenografía, vestuario, etc., puedan, en los espacios en donde dan clases, contar con la suficiente seguridad para poder sostener un plan de estudios o un programa de un año o seis meses y que cuando enfrenten la problemática estén preparados para que, ese estudiante que es distinto y es diferente, pero que no tiene ninguna enfermedad, se quede en el espacio pedagógico y no sea excluido”, dijo Robinson. El especialista recalcó que en lo específico, trabajan con la inclusión en el espacio de formación escénica de la diversidad corporal y de la diversidad mental; también están la diversidad de género, cultural, sexual, otras diversidades, que enfrentan otras problemáticas, otras barreras sociales y otras vulneraciones también