Anita Ponce es cocinera y, hasta este verano, las cosas parecían marchar sin contratiempos. "Soy la dueña de este restaurant junto con mi familia. Es un emprendimiento familiar, y ahí cocinábamos con mi marido hasta el 20 de marzo. Yo atendía las mesas, él sacaba los platos, pero en ese momento nos cambió la vida. Los dos primeros días fueron de desesperación, preguntándonos qué hacíamos, cómo seguía nuestra vida".
inicia sesión o regístrate.
Anita Ponce es cocinera y, hasta este verano, las cosas parecían marchar sin contratiempos. "Soy la dueña de este restaurant junto con mi familia. Es un emprendimiento familiar, y ahí cocinábamos con mi marido hasta el 20 de marzo. Yo atendía las mesas, él sacaba los platos, pero en ese momento nos cambió la vida. Los dos primeros días fueron de desesperación, preguntándonos qué hacíamos, cómo seguía nuestra vida".
Recordó que "siempre hemos hecho esto, aunque mi marido, Ezequiel Calisaya, trabajó de carnicero. Así que pasaron los dos primeros días y al tercero, él que es el más fuerte de los dos, me dice: ¿cómo seguimos la vida? Empezamos con el delivery pensando en la gente de acá, porque nosotros trabajábamos para los turistas pero había que pensar en lo que comen los vecinos. Entonces hicimos sándwiches de milanesa, cambiando totalmente lo que veníamos cocinando".
Sin embargo, dijo que "el delivery es un trabajo que no alcanzaba a cubrir los gastos que tenemos, así que se le ocurrió pensar en poner una carnicería. Y ahí fue saliendo toda esa cosa de la solidaridad, de todo lo bueno que le sale a la gente de adentro con esto de la pandemia. Gente que uno la tenía en un concepto y nos está dando una mano, nos alquilan las máquinas, otras cositas son prestadas para que salgamos adelante".
Agregó que "saben que vivíamos del turismo y se nos cortó todo. Justo veníamos a dos semanas del carnaval y estábamos en cero. Somos de una comparsa, El Puente de la Diversión, y la teníamos a cargo. Todo lo que habíamos ganado se nos fue en la comparsa, pero creo que el diablito de la alegría es así, te devuelve cuando lo necesitás".
En pocos días -relató- "reciclamos poniendo la entrada en donde estaba esa ventana del salón, y a mi marido se le ocurrió hacer la puerta con los marcos de la tela mosquitera porque no teníamos plata para hacer una puerta. Tardamos una semana en hacerlo al tiempo que las cuentas apremiaban. La hicimos linda para que la gente tenga ganas de entrar, y se está dando porque hay una buena energía".
Concluyó que "nos sentimos mejor. Esa es nuestra historia de seguir adelante, de reinventarse. El restaurant está durmiendo la siesta hasta el día en que se vuelva a trabajar el turismo, entonces se volverá a abrir esa parte. La cosa es sentarse a pensar cómo puede seguir uno. No es necesario pedir nada, los corazones buenos vienen y aquí estamos".