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Laberintos Humanos: Cuerito hediondo

Miércoles, 23 de diciembre de 2020 01:03

Nos contaba el padrecito de ese brujo capiango que se perdió en el monte al saber de la muerte de Facundo, su general. Como les dije, nos dijo, se transformaba en tigre para combatir entre las montoneras, despedazando enemigos con sus garras y sus dientes.

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Nos contaba el padrecito de ese brujo capiango que se perdió en el monte al saber de la muerte de Facundo, su general. Como les dije, nos dijo, se transformaba en tigre para combatir entre las montoneras, despedazando enemigos con sus garras y sus dientes.

La noticia de la muerte de su general lo enloqueció y partió por el monte, perdiendo así el cuerito hediondo que le permitiría volver a ser gente, y tras tanto andar sintió el aroma de una puma hembra de músculo fibroso y mirada sensual, tras la que corrió sediento, no ya de sangre sino de sexo. Al estar junto a ella, sin embargo, recordó a la mujer que amaba.

Dudó un instante. Nunca quiso dejar la vida pasada, que le era grata, pero ya no sabía si podría regresar a ella. ¿Qué sería de esa bella mujer que lo esperaba en su rancho? La fiera, en cambio, volvió su cabeza para mirarlo y alejarse con lentitud, esperándolo. Don Toribio quiso decir algo de lo que sentía, pero sólo gritó un rugido.

El padrecito guardó un silencio y luego nos dijo que comprenderán todo lo que pasaba por su alma: no sólo le sería infiel a aquella a la que amaba, sino que le decía adiós a la humanidad. Ya no sería más gente, pensó pero se le diluían las palabras en la mente, corrió tras la puma y la detuvo con su brazo pesado.

Por mucho tiempo, dicen, se escucharon sus lamentos desde las casas. Tal vez los escuchara también la paisana con la que compartió la vida, pero ya su vida era otra, era la de una de esas fieras con las que sólo nos topamos cuando la suerte nos es adversa.

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