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Pensar el carnaval como una practica cultural

Gabriela Karasic abordó los desafíos a los que se enfrenta la cultura popular.

Lunes, 29 de enero de 2018 00:00

TILCARA (Corresponsal). El Carnaval, sus cambios, sus relaciones con el turismo, con la producción agraria y las políticas culturales de estado, son cuestiones que merecen una reflexión que permita abordar el tema en toda su complejidad. Para aportar a ese debate Gabriela Karasic, licenciada en antropología, con especialidad en la antropología social y doctorada en historia, realizó un abordaje en torno a la temática.

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TILCARA (Corresponsal). El Carnaval, sus cambios, sus relaciones con el turismo, con la producción agraria y las políticas culturales de estado, son cuestiones que merecen una reflexión que permita abordar el tema en toda su complejidad. Para aportar a ese debate Gabriela Karasic, licenciada en antropología, con especialidad en la antropología social y doctorada en historia, realizó un abordaje en torno a la temática.

Según dijo, "podemos hablar del desarrollo turístico que podían tener como alternativa los pueblos que se iban empobreciendo, y que la declaración de Patrimonio sirvió como una especie de marketing. Cuando viene un turismo cuantitativa y cualitativamente distinto, cambia la vida cotidiana y con ella la práctica cultural".

Alertó contra "las políticas culturales que imponen un formato de cosa a todas las prácticas culturales. Pasa algo parecido con la Pachamama, que tenía una dimensión familiar, barrial, de pueblo. Muchos de los que realizaban invitaciones, por ejemplo, dejaron de hacerlo, pero es algo que se da ya desde que por una parte hay instituciones que hablan de la cultura y quieren promoverla, y por otra parte está la gente que vive esa cultura".

En ese sentido, dijo que "esas promociones necesitan otros tiempos, necesitan de algo que pueda subirse a un escenario, algo que se active en el momento en el que viene el turista, y eso hace muy difícil que la gente lo siga participando. Intervención de las instituciones en la cultura hay desde que se funda el estado, pero el aumento de la presencia de las políticas llamadas culturales y del turismo, le dan un giro cualitativamente diferente".

Concluyó diciendo "que se da una imposibilidad de relacionar la forma de una práctica con su contenido. Pensemos en estos rituales agrarios y en la agricultura que está en retroceso, y se vuelve más difícil cuando se entiende la cultura como una cosa separada de la vida cotidiana. El Carnaval tiene que ver con estos ciclos agrarios, que están en las señaladas, en la alegría que tiene que ver con la cosecha".

Aclaró que "hay alguna distancia con los Carnavales pueblerinos, pero que toman algo de esa ritualidad. Se mantiene eso de que se da y se recibe, de que hay que ser respetuoso con los tiempos, hacer cada cosa en su momento. En lo pueblerino el tema de la transgresión siempre fue mayor. Ya en los ochenta, cuando no había tanto turismo, era algo característico que vinieran los chicos de la ciudad con un ánimo más destructivo que, erróneamente, se veía como carnavalesco".

Karasic, tanto por su saber académico como por sus vivencias en la región, sabe que "en el Carnaval pueden pasar muchas cosas, pero no cualquier cosa, y se empezaron a transgredir normas del pudor que ponen incómoda a la gente del lugar. Las comparsas tienen un control de ese momento social, saben pedir permiso antes de entrar a una casa, hay acuerdos y no se hace cualquier cosa, hay un orden que permite que haya desorden".

"Se generan choques cuando alguien, en vez de sumarse al juego, quiere inventarlo de nuevo, y eso se siente como falta de respeto. El abecé del viajero debería ser el de conocer lo que se hace en el lugar que se visita, pero las políticas culturales jujeñas construyeron otra imagen del Carnaval generando un público que no se suma amigablemente a la forma en que nos gusta festejar" señaló Karasic.

Respetar las tradiciones andinas

Mas adelante, la antropóloga aclaró que “la gente no conserva costumbres porque sí. Muchas veces se sostienen por su dimensión familiar, por eso de reconstruir lazos. No alcanzan las ganas para mantenerlas. A eso se le suma que el turismo pasó a ser el eje de la vida económica, entonces: ¿quién es el que va a poder carnavalear? Siempre hubo restricciones, siempre pudieron carnavalear las mujeres mayores y las mozas solteras, porque la que tenía hijos y no tenía donde dejarlos, tenía un problema”. 

Recordó que “hasta los noventa, esa era la mayor restricción, y las comparsas competían por tener los mejores bailes para poder contratar la mejor banda, pero ¿qué pasa cuando eso se liga a la necesidad de trabajar en el Carnaval, porque es el momento de mayor turismo? Todas las políticas se van articulando en torno al turismo, pero hay que pensar de qué actividades económicas vienen los que ahora se enganchan con el turismo.Hoy carnavalea el que tiene feriados porque tiene trabajo”.

Así, vió que “la cultura popular, para subsistir, necesita cierta autonomía con respecto al estado, y condiciones económicas como para poder llevarlas a cabo. La aplicación del código contravencional va en un sentido contrario, quitando autonomía y pasteurizando lo que les parece peligroso. Son cosas que atentan contra una fiesta popular, las prácticas culturales que vienen de tradiciones andinas y criollas, tienen que ser entendidas como tales.
 

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