Dije que era agosto y es cierto. No suelo mentir en estas cosas. Y diré más: la koba encendida en incienso volaba, como hace mucho dicen que no lo hace, hacia el disco de la luna lena. Hacía ocho años que no pasaba algo similar, aunque el plenilunio fue, entonces, el último día de julio. Hasta que termine el siglo, sólo volverá a suceder tres veces.
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Dije que era agosto y es cierto. No suelo mentir en estas cosas. Y diré más: la koba encendida en incienso volaba, como hace mucho dicen que no lo hace, hacia el disco de la luna lena. Hacía ocho años que no pasaba algo similar, aunque el plenilunio fue, entonces, el último día de julio. Hasta que termine el siglo, sólo volverá a suceder tres veces.
Vaya a saberse si es importante o no, lo cierto es que es llamativo y hace pensar en que este va a ser un año distinto. Al menos eso fue lo que dijo el peluquero, porque fue en su casa donde corpachamos este primero de agosto. Se me hace que este va a ser un año especial, dijo y Ducase, que ya andaba medio alegrón, le preguntó por qué.
Porque el primero de agosto es fuerte, le respondió el peluquero, y la luna llena es fuerte, agregó. ¿Y eso qué quiere decir?, volvió a la carga Ducase. ¡Que se yo!, le respondió el peluquero con fastidio, usted nunca entiende de sutilezas, dijo. Una vez entendí una, le dijo Ducase, y decidí no volver a hacerlo porque no me gustó.
Su mirada cayó triste sobre la brasa y todos pensamos que, o bien se trataba de un recuerdo de amor frustrado, o era que Ducase no sabía lo que quería decir la palabra sutileza. Daba lo mismo, aunque para entender lo que quiero contarles debiera describirles cómo es una pachamama. No pierda el tiempo, don Dubín, me dijo un lector de estos Laberintos. Todos por aquí sabemos de qué se trata.
Acaso sea cierto, pensé, pero tanto me gustan las descripciones que prefiero aburrirlo a quedarme con las ganas.