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27 de Julio,  Jujuy, Argentina
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Desopilante aventura de un capitán loco y 16 marineros

Relata un viaje fluvial lleno de avatares insólitos y situaciones sorprendentes al mando de Alberto Alabí.
Jueves, 28 de noviembre de 2024 01:03

Que un bachiller egresado del Colegio Nacional nº1 Teodoro Sánchez de Bustamante, de Jujuy, se autoperciba coordinador marino, con veleidades de capitán de un barco de dudosa estructura, ya cuenta desde el comienzo que un viaje fluvial lleno de avatares insólitos y situaciones sorprendentes, puede ser también una experiencia provocadora y atrapante. Alberto Alabí, (de él se trata), reunió una tripulación variopinta, estrafalaria, de dieciséis marineros cuya experiencia en navegación quizás nunca haya ido más allá de una excursión en bote de remos por el dique La Ciénaga. Sobre ellos infló un velamen imaginario, subió un contramaestre igualmente desenfrenado, (un tal Alejandro Carrizo), que con altos caprichos de comunicador transgeneracional, lanza al agua botellas con mensajes en los recodos del río que cruza delante la puerta de casa. Así con esas pobres posibilidades de sobrevivir, un día, ese barco, sin que un champán se haya estrellado en la quilla para recibir un bautismo oficial, recibió el ambicioso nombre/homenaje de "Almita Sivila", y se lanzó a navegar desde un puerto escondido a orillas del Xibi Xibi. Allí, asomados a los barandales de estribor y babor, iban Beatriz Busignani, Claudia González, Hugo Pemberton, Fabiana Llapur, Carolina Corre Laspiur, Lucía López, Raúl Gutiérrez, Pablo Pereyra, María Estela Giardina, María Inés Leiva, Fabiola Melida, Gustavo Tarcaya, Silvia Martínez, Silvia Zamar y Teobaldo Burgos. Un hato de desaforados, poetas, soñadores, ilusos diseñadores gráficos de una historia de mar que acumularon experiencias metiendo sus pies entre las sardinas y las yuscas de las cristalinas aguas del doméstico río que baja de La Almona.

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Que un bachiller egresado del Colegio Nacional nº1 Teodoro Sánchez de Bustamante, de Jujuy, se autoperciba coordinador marino, con veleidades de capitán de un barco de dudosa estructura, ya cuenta desde el comienzo que un viaje fluvial lleno de avatares insólitos y situaciones sorprendentes, puede ser también una experiencia provocadora y atrapante. Alberto Alabí, (de él se trata), reunió una tripulación variopinta, estrafalaria, de dieciséis marineros cuya experiencia en navegación quizás nunca haya ido más allá de una excursión en bote de remos por el dique La Ciénaga. Sobre ellos infló un velamen imaginario, subió un contramaestre igualmente desenfrenado, (un tal Alejandro Carrizo), que con altos caprichos de comunicador transgeneracional, lanza al agua botellas con mensajes en los recodos del río que cruza delante la puerta de casa. Así con esas pobres posibilidades de sobrevivir, un día, ese barco, sin que un champán se haya estrellado en la quilla para recibir un bautismo oficial, recibió el ambicioso nombre/homenaje de "Almita Sivila", y se lanzó a navegar desde un puerto escondido a orillas del Xibi Xibi. Allí, asomados a los barandales de estribor y babor, iban Beatriz Busignani, Claudia González, Hugo Pemberton, Fabiana Llapur, Carolina Corre Laspiur, Lucía López, Raúl Gutiérrez, Pablo Pereyra, María Estela Giardina, María Inés Leiva, Fabiola Melida, Gustavo Tarcaya, Silvia Martínez, Silvia Zamar y Teobaldo Burgos. Un hato de desaforados, poetas, soñadores, ilusos diseñadores gráficos de una historia de mar que acumularon experiencias metiendo sus pies entre las sardinas y las yuscas de las cristalinas aguas del doméstico río que baja de La Almona.

Alejandro Carrizo, trazó una breve e intensa carta de presentación como si fuese un prólogo, donde con exquisita capacidad de síntesis bosqueja el Jujuy que mostrarían a lo largo del viaje. Nostalgias, alegrías, llantos contenidos, tumultuosos y plácidos recuerdos. Y al final de su "Conspiración Chaguanca", (él es chaguanco) deja una advertencia: "No se librarán fácilmente de mi".

Alberto Alabí, confiesa luego que todo lo hace por el vil metal. Y a manera de exculpación, incluye en un poema delicioso: "La infancia es el Río Chico" retazos de un pasado que interpela a cada jujeño que se crió chapoteando en el Xibi Xibi.

El famoso Chala Gutiérrez, en su extenso capítulo plantea las normas para el viaje. Se destacan las sanciones que permitirán mandar al carajo al capitán, lanzarlo al agua sin rescate o dejarlo en una isla desierta.

La Betty Busignani, después de cuatro días navegando descubre que el amor brilla por su ausencia. ¿Qué habrá imaginado? ¿Un crucero del amor?

Claudia González, lamentó la pérdida de zapatos, sombreros y libros durante una tormenta que ladeó la nave. Pero pudo salvar la Bandera de la Libertad Civil, resguardándola en un tupper.

La Paca Leiva, nostalgiosa en medio del viaje, entre sus clásicos "fernuchis 70/30", y abundantes cocoriocos evocó al fantástico papá Paquilo, del que heredó observar y escribir. Después, en un momento de sobriedad, descubrió que Alabí, había desaparecido...

Fabiana Llapur, contó que tiene tatuada en el muslo derecho, una sirena de río que ahora, iba llevándola a conocer el mar. Bellísimo gesto. A esa altura ya habían dejado atrás los ríos tributarios del norte y se deslizaban plácidamente por el Paraná

Silvia Zamar romántica relató en su poema: "La nave Almita Sivila/en ríos de la patria está/ caravana de mil peces en plata y oro escoltarán"... "La embarcación de mil cañas/cuesta abajo llegará/al sur velado y distante/ pero reconocerán/ entre los limos y arenas/ del gigante Paraná/vestigios de sus montañas/ donde el agua quiso brotar/... ".

Caro Correa advierte el final del viaje. "¿Quién nos recibirá... atracaremos en San Isidro, en Punta Lara?" Ya sin tinta en su Parker a cartuchos, decide dejar el final para sus compañeros de jangada. . .

Fabiola Mélida en un suspiro mágico, cuenta que la Salamanca los estuvo acompañando y hasta descubrió al Negrito del Agua, el mítico duende del que no se sabe si trae buenos o malos augurios. Y anuncia que la nave y ya enfrenta al monstruo del Río de La Plata.

Mary Giardina, la que sólo tomaba agua palau (cuando era niña, después fue menos exigente) usa toda su expertise profesional para confirmar la demencia de Alabí. Y para relatar la felicidad por el fin del viaje en el que siempre estuvo perseguida por su persistente vértigo.

Hugo Pemberton, inoxidable, reseña su viaje por la ruta hidráulica del sur, y declara que en realidad, fue un viaje hacia dentro de sí mismo. Y saluda a los compañeros de aventura elevándoles el rango a almirantes y contralmirantes, marineros de río.

Teobaldo Burgos, soñó el viaje como pescador: imaginó sabrosos menúes de chupín y buen tinto. Pero esta vez eligió mejor a los compañeros. En su última pesca, el encargado del vino se lo había tomado todo antes de compartirlo.

Pablo Pereyra, el fotógrafo de la expedición, relata sus objetivos profesionales para documentar un viaje único, pero se pierde entre negativos y placas de dudosa calidad, y todavía permanece en el misterio la fecha de una exposición fotográfica que documente todo y muestre al mundo la epopeya acuática. Solo faltaba decir que "Pelusa" convocada por Alabí para oficiar de "curadora de almas" y también de intérprete de la voz de "la llorona", dejó una sugerencia inexorable: Nunca permitan que en sus pupilas/ el dolor abra rastrojos sin medida/. Nunca, mientras la luna bese al río. / Lleven en el barco/ aunque más no sea... / cuatro líneas de poesía.

íDios mío! Lo he leído por segunda vez y es como la primera no hubiese existido. Y si lo vuelvo a leer, será como si fuera por primera vez. Tanta locura, tanta magia, tanta poesía dicha de mil maneras, cuánta belleza flotando sobre las aguas, tanta profunda intensidad en las almas, cuánto universo para bucear desde la confluencia del Río Grande y el Xibi Xibi, aquí frente a la Peña Colorada, pasando por el San Francisco, el Bermejo, el majestuoso Paraná y finalmente, el gigante que don Jorge Luis llamó El Río Color de León. Todavía no sé si el viaje se hizo, o fue soñado. Pero tengo la certeza que si este enajenado capitán de extrañas marinerías y su tripulación descabelladase lo proponen, serán capaces de hacerse a la mar en el "Almita Sivila", desde Buenos Aires rumbo al Triángulo de las Bermudas... Y que Dios los ayude... y nos ayude...

 

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