Gimnasia fue práctico, certero y golpeó en el momento justo. Bastaron solo tres minutos, cerca de la media hora del primer tiempo, para derribar las aspiraciones de un Godoy con los goles de Garayalde y Panaro. Durante los primeros minutos, el equipo local manejó la pelota con criterio con Poggi y Fernández, quienes intentaron conectar líneas y generar fútbol. Sin embargo, la posesión no se tradujo en peligro real. La falta de peso ofensivo es un síntoma que el equipo arrastra desde el inicio del torneo: en tres partidos, solo ha podido marcar un gol.
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Gimnasia fue práctico, certero y golpeó en el momento justo. Bastaron solo tres minutos, cerca de la media hora del primer tiempo, para derribar las aspiraciones de un Godoy con los goles de Garayalde y Panaro. Durante los primeros minutos, el equipo local manejó la pelota con criterio con Poggi y Fernández, quienes intentaron conectar líneas y generar fútbol. Sin embargo, la posesión no se tradujo en peligro real. La falta de peso ofensivo es un síntoma que el equipo arrastra desde el inicio del torneo: en tres partidos, solo ha podido marcar un gol.
En el complemento, Solari movió el banco y mandó toda la carne al asador. Ya sin margen para especular, el equipo se volcó al ataque, empujado por la necesidad y también por el aliento constante de su público, que no dejó de apoyar a pesar de la frustración.
El descuento llegó recién en los minutos finales, tras cabezazo de Auzmendi que encendió una última chispa de esperanza. Godoy Cruz fue puro empuje en el cierre, y aunque lo intentó con ganas y coraje, no logró dar vuelta la historia. Mientras que el "lobo" se fue con una enorme sonrisa de Cuyo.
Los últimos minutos mostraron la mejor cara del equipo con entrega, empuje, búsqueda. Pero no alcanzó. La gente acompañó con fervor, reconoció el esfuerzo. Aun así, el malestar es evidente y se hace oír en cada silbatina, cada gesto de fastidio desde la tribuna.