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Calígula. De Roma al amor: del absurdo, libertad y límites

Miércoles, 09 de julio de 2025 01:00

Del circo al centro. ¿Alguna vez miraste un escenario -o un gobierno, o una relación- y sentiste que estabas viendo una versión de ti mismo? Imagínate en medio de un coliseo: luces, gritos, máscaras, sangre... y de pronto descubres que tanto el verdugo como la víctima, el emperador y el esclavo, son solo máscaras que tú mismo llevas puestas. Después de ver la puesta en escena de Pepito Cibrián "Calígula" en el Centro Cultural "Martín Fierro" el pasado 3 de este mes en San Salvador de Jujuy, vinieron a mi mente y sensaciones diversas informaciones y reflexiones.

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Del circo al centro. ¿Alguna vez miraste un escenario -o un gobierno, o una relación- y sentiste que estabas viendo una versión de ti mismo? Imagínate en medio de un coliseo: luces, gritos, máscaras, sangre... y de pronto descubres que tanto el verdugo como la víctima, el emperador y el esclavo, son solo máscaras que tú mismo llevas puestas. Después de ver la puesta en escena de Pepito Cibrián "Calígula" en el Centro Cultural "Martín Fierro" el pasado 3 de este mes en San Salvador de Jujuy, vinieron a mi mente y sensaciones diversas informaciones y reflexiones.

¿Tiene cara el pueblo? ¿Y si esa cara fuera también la tuya? Esta pregunta, inspirada por Camus en su exploración del absurdo y del poder (Camus, 1944/1996), abre un interrogante crucial: si el pueblo no tiene rostro, ¿Quién se lo da? ¿Quién lo nombra, lo representa y le devuelve humanidad? ¿Quién le declara al pueblo su propia dignidad, y cómo se hace eso sin caer en paternalismos ni violencia? Porque el pueblo no solo está allá afuera: también habita en nosotros, en esa parte nuestra que soporta o legitima lo inaceptable.

Y de lo macro quiero ir a lo micro. Porque dejar nuestras energías en análisis externos, con sensación de ineficacia o ausencia de poder, solo nos deprime y entregamos nuestra energía a parásitos y larvas simbólicas (Jung, 1959/2013). Si miramos afuera, que sea solo después de haber mirado dentro y visto el inter juego en ese entramado llamado campo, otros, momentos.

Todos somos Calígula. Desde una mirada jungiana, todos los personajes de una obra podrían pensarse como voces y energías que nos habitan: "Toda proyección, consciente o inconsciente, sobre el otro, revela una parte no reconocida de nuestro propio inconsciente" (Jung, 1959/2013, p. 117). Así, Calígula, el esclavo, el pueblo y los conspiradores son arquetipos y dinámicas internas: el tirano, el oprimido, el sabio, el cobarde.

Como Clarissa Pinkola Estés sugiere en Mujeres que corren con lobos (1992), nuestras relaciones externas son danzas con partes nuestras: el depredador interno, la doncella dormida, el alma salvaje.

Pero también, desde una mirada psicosociológica, en nuestras propias esferas de poder -en la familia, el trabajo, la pareja- a menudo reproducimos las dominaciones que criticamos a nivel social. Así lo explica Paulo Freire (1970/2005): "El oprimido, en su relación con el opresor, muchas veces se convierte en opresor él mismo".

El diálogo y la paz interior. Traigo los textos de Camus como un regalo al alma, como fe en eso que los pueblos originarios conocen bien: la inmortalidad del alma, la sabiduría y la paz interior.

Diálogo entre Calígula y el Esclavo.

Esclavo: ¿Por qué haces esto? ¿Por qué humillas y matas? ¿Qué quieres probar?

Calígula: Quiero que comprendan lo que yo he comprendido. Que el mundo no tiene sentido. Que la libertad total existe, pero cuesta caro.

Esclavo: Pero esa libertad tuya aplasta, destruye, mata. ¿No ves que nada queda? Ni amor, ni confianza, ni alegría.

Calígula: Exacto. Nada queda. Porque nada hay. Lo que ustedes llaman amor, confianza, alegría... son ilusiones que se tragan para no ver la verdad.

Esclavo: Entonces, ¿por qué no te matas tú, si nada importa?

Calígula: Porque yo... yo quiero demostrarlo. Quiero que lo vean. Quiero que sufran. Mi sufrimiento, el suyo, es la única verdad que me queda.

Esclavo: No eres un dios. Eres un hombre enfermo, y nosotros... también lo somos por seguirte.

Calígula: No soy un dios. Pero en un mundo donde nada tiene sentido, ¿por qué no jugar a ser uno?

Esclavo: Ya no temo nada. Tú me has quitado todo.

Calígula: No todo. Siempre queda algo.

Esclavo: Te equivocas. Porque no puedes quitarme esto: yo puedo dormir. Y tú no.

Calígula: Te lo quitaré también.

Esclavo: No puedes. Todavía puedo dormir. Eso es lo que no comprendes.

Calígula: Entonces... eres más libre que yo.

Esclavo: Sí. Porque yo he aceptado. Y tú no puedes aceptar. (Camus, 1944/1996, pp. 98-125).

Poder interior y aceptación. Aquí, como ya vislumbraban los estoicos, la verdadera libertad es interior: no está en dominar a otros, sino en no temerles, en aceptar la condición absurda de la existencia y aún así encontrar serenidad (Marco Aurelio, Meditaciones, 6.30; Epicteto, Enquiridión, §1). Viktor Frankl sostenía que el ser humano siempre conserva la última de sus libertades: "elegir su actitud frente a las circunstancias" (Frankl, 1946/2015, p. 66). En análisis contemporáneos, los movimientos de empoderamiento de minorías muestran que este tipo de resistencia interior fortalece la resiliencia colectiva y la salud mental (Prilleltensky, 2008).

El cerebro, el poder y la transformación consciente. Neurocientíficamente, el poder excesivo activa el estriado ventral y la amígdala, generando impulsos de dominación y reduciendo la empatía (Zink et al, 2008). Por el contrario, la práctica de la gratitud, la aceptación y la restitución de poder activa la corteza prefrontal medial y redes de empatía, favoreciendo la neuroplasticidad y la regeneración de circuitos que sostienen la compasión y el autocontrol (Davidson & Mc Ewen, 2012).

El cerebro cambia a través de la experiencia y la práctica. Como escribió Frankl: "Cuando ya no podemos cambiar la situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos" (Frankl, 1946/2015, p. 91). Epílogo crítico: ¿Es la propuesta de Frankl un consuelo de tontos? Aunque la propuesta de Frankl ha inspirado a millones, también ha recibido críticas contemporáneas. Algunos autores la consideran un consuelo ingenuo, porque podría llevar a las personas a aceptar pasivamente la opresión sin buscar cambios estructurales (Sloan, 2011). Otros advierten que su mensaje ha sido cooptado por discursos neoliberales que responsabilizan al individuo de su sufrimiento mientras mantienen las condiciones de dominación (Cabanas & Illouz, 2019).

Sin embargo, investigaciones recientes confirman que la capacidad de resignificar las experiencias adversas tiene efectos positivos sobre la salud mental, incluso en condiciones muy difíciles (Kalisch et al, 2017). La neurociencia muestra que la reestructuración cognitiva voluntaria reduce la reactividad emocional y fortalece la regulación interna (Etkin et al, 2015). Y la resiliencia individual resulta más eficaz cuando se combina con justicia social y redes de apoyo comunitario (Ungar, 2013). Así, la libertad interior que defendía Frankl no debe confundirse con sumisión, sino entendida como recurso interno que sostiene la lucha por transformar las condiciones externas. Más que un consuelo de tontos, es una herramienta para resistir sin quebrarse mientras se actúa para cambiar.

Finalmente cierro este artículo, contándote por qué elegí el título "De Roma al amor" porque, al leer "Roma" al revés, aparece la palabra "amor", recordándonos que incluso en medio del imperio, las vanidades y los juegos de dominio, el verdadero poder y plenitud no están en conquistar a otros, sino en el amor que somos capaces de darnos, de dar y recibir.

(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional; magister en Salud Pública, facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos.

 

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