El primer encuentro de Jung con la obra de Freud fue en 1900, a través de la lectura de "La Interpretación de los Sueños". En su "Recuerdos, Sueños, Pensamientos" (dictado cuatro años antes de su fallecimiento, en la primavera de 1957, a manera de autobiografía) Jung recuerda que, en ese momento, tuvo que dejarlo de lado, pues "no lo comprendía aún". Recién en 1903 lo retomó y encontró valioso, particularmente porque el concepto de "mecanismo de represión" le sirvió para entender ciertas anomalías que tenían lugar cuando aplicaba, en algunas personas, el test de asociación de palabras que había diseñado.
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El primer encuentro de Jung con la obra de Freud fue en 1900, a través de la lectura de "La Interpretación de los Sueños". En su "Recuerdos, Sueños, Pensamientos" (dictado cuatro años antes de su fallecimiento, en la primavera de 1957, a manera de autobiografía) Jung recuerda que, en ese momento, tuvo que dejarlo de lado, pues "no lo comprendía aún". Recién en 1903 lo retomó y encontró valioso, particularmente porque el concepto de "mecanismo de represión" le sirvió para entender ciertas anomalías que tenían lugar cuando aplicaba, en algunas personas, el test de asociación de palabras que había diseñado.
La correspondencia entre ambos se inició en 1906 cuando Jung remitió a Freud su ensayo "Estudios Diagnósticos de la Asociación" y habría de continuar hasta 1913 con algunos momentos de tanta frecuencia, que podríamos decir que fue, casi, diaria. El día en que se conocieron personalmente (Jung visitó a Freud en Viena) estuvieron reunidos conversando alrededor de trece horas. Evidentemente, ambos habían puesto en la relación -de ante mano- demasiadas expectativas y mucha pasión.
Durante estos años fueron sucediéndose diversos hechos que, finalmente, desembocaron en la conocida ruptura.
Ante todo debemos señalar que en ningún momento ambos autores tuvieron coincidencias plenas. Sería más correcto señalar que recorrían los mismos caminos, viendo paisajes en ocasiones similares y, en otros, totalmente diferentes. Así, por ejemplo, se ha dado preeminencia en señalar que la ruptura tuvo lugar a causa de la diferente interpretación de la "teoría sexual" (utilizo la expresión "teoría sexual" para generalizar aquello incluido en la frase que Jung recuerda haberle dicho Freud en 1910: "Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo"). Ciertamente Jung jamás estuvo de acuerdo en este asunto. Pero no fue el único tema que provocó diferencias. Ya en 1909 habían tenido una controversia, en la residencia de Freud en Viena, sobre la importancia de la Parapsicología y la autenticidad de los fenómenos entonces llamados "ocultos". Jung tenía sumo interés en estudiar dichas cuestiones, mientras Freud se oponía terminantemente argumentando el daño que esto podría provocar al Psicoanálisis que siendo ya muy resistido, al mezclarse con estas áreas, suponía no sin razón, encontraría más dificultades para su reconocimiento.
Jung siempre había sentido atracción por el estudio científico de la Parapsicología y el esoterismo. Su tesis de doctorado en Medicina se titula "Psicopatología de los fenómenos ocultos" (1899). Este asunto, quizás menos exhibido públicamente, también generó desconfianza entre ambos, colaborando para la ruptura posterior. De la anécdota de 1909 recuerda Jung ya en la vejez: "En todo caso este hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto".
A medida que el vínculo continuaba desarrollándose, la figura de Jung fue creciendo en el ámbito psicoanalítico. Finalmente, Freud decidió señalarlo públicamente como su príncipe heredero. Ser el delfín del fundador del Psicoanálisis, trajo a Jung más malestar y angustia que otra cosa. No es éste el sitio para interrogarse por qué Freud apresuró tal designación y Jung la aceptó, toda vez que ambos eran conscientes de la importancia de las cuestiones en que diferían. Podemos especular en el sentido de que el Maestro de Viena entrevió en el nombramiento una manera para forzar (y asegurar) los rumbos de pensamiento del Sabio de Zurich. A su vez este último pudo haber considerado que aceptando conseguía la fuerza de ánimo necesaria para mantenerse dentro de los rumbos psicoanalíticos señalados por Freud.
Otro de los asuntos en que discrepaban fue el concepto de "restos arcaicos" utilizado por Freud en el señalamiento de ciertos contenidos inconscientes, para decirlo de alguna manera, heredados. Mediante el análisis de sueños de las personas a las que atendía, y otros que llegaban a su mesa de trabajo, enviados por correspondencia, así como de la interpretación que hizo de diferentes mitos producidos por culturas diversas y la investigación de la simbología alquímica, Jung construyó una topología del inconsciente diferente a la propuesta psicoanalítica. No por ello se imaginó traidor, ni revisor. Todo lo contrario. Se ve como el auténtico continuador y amplificador de la obra freudiana. En sus memorias lo dice de este modo: "Mirando hacia atrás puedo decir que he sido el único en seguir ocupándome debidamente de los dos problemas que más interesaron a Freud: el de los 'restos arcaicos' y el de la sexualidad. Es un error muy frecuente pretender que no he sabido ver el valor de la sexualidad. Por el contrario, desempeña un importante papel en mi psicología, concretamente como expresión esencial -aunque no única- de la integridad psíquica".
En los años posteriores a la ruptura, Jung sólo se ocupará de la descripción de todos los componentes de la psique, tarea que continuará hasta su muerte acaecida en 1961.
Para Jung la psique está integrada por tres aspectos esenciales: lo consciente, lo inconsciente personal y lo inconsciente colectivo. Este último es, precisamente, resultado de una importante amplificación de la idea de "restos arcaicos" señalada por Freud.
Sin dudas la expresión "inconsciente colectivo" es muy poco feliz. Ha permitido, inclusive, a muchos sostener la hipótesis -sin fundamento alguno- de que Jung creía en un "alma universal" cuya manifestación sería este estrato, a modo de cimiento, de la psique. Nada más falso. Aquí el término "colectivo" es usado para señalar algo común a la condición humana; que está en cada uno de nosotros en el instante mismo del nacimiento. Pero de ningún modo quiere decir que se trate de algo que une -misteriosamente- a unos con otros. De alguna forma, metafóricamente, puede decirse que lo inconsciente colectivo está conformado por los trazos, las rugosidades, las heridas, dejadas por las grandes emociones transcendentales que fueron cimentado la conducta de la especie humana.
El ancestral temor a la oscuridad, la vivencia de Dios, la existencia del mal, serían algunos ejemplos. A eso que conforma lo inconsciente colectivo Jung lo denominó "estructuras arquetípicas". La importancia de esta idea en la teoría podrá comprenderse mejor si recordamos que Jung indica que el núcleo de todo complejo (al que sitúa en la esfera de lo inconsciente personal) es un arquetipo. La raíz de este arquetipo debe buscarse en la estructura que está originada en lo inconsciente colectivo.
La decisión de Jung de publicar sus primeras ideas en torno a su concepción, no freudiana, del psiquismo tuvo como desenlace una ruptura anunciada desde tiempo atrás y que cualquier observador objetivo habría advertido sin demasiado esfuerzo. Cubierta aún por la pasión que fue común desde el inicio del vínculo, la reacción de la comunidad psicoanalítica fue extirpar de su seno al autor de la "traición". En breve lapso, Jung pasó de primogénito ungido a desterrado.
A poco de concretado el turbulento distanciamiento Jung escribió en una carta al escritor Laurence von der Post (1906/1996): "He quedado solo...".
En sus memorias el sabio señalará que hubo dos que no lo abandonaron: el psiquiatra Frank Riklin (1878/1938) y Alphonse Maeder (1882/1971). Los años inmediatos a la ruptura fueron emocionalmente duros para Jung. Pero fructíferos. En ese lapso esbozó todas sus ideas básicas sobre la estructura del psiquismo, que hubo de desarrollar en el resto de su vida.
(*) Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social y magister en Psicoanálisis. Cofundador y actual presidente de la Asociación Junguiana Argentina, autor del libro "Psicología junguiana" y de "La interpretación de los sueños y otros estudios junguianos".