Todavía se discute, y se seguirá discutiendo sin que se encuentre una respuesta definitiva, si el paro general de la CGT fue un éxito, un fracaso o una "leve demostración" del descontento con el Gobierno. Pasados unos días va quedando claro que mientras el ajuste impiadoso del gobierno de LLA, sigue castigando a la clase media, hundiendo más a los sumergidos y resguardando (y hasta beneficiando) a la casta política, empresaria, sindical y otras, pareciera que un paro, viniendo de quienes viene, siempre tendrá el paradójico resultado de los que queriendo voltearlo en realidad, trabajan para Milei. Frases como "Vamos a ir a buscar a los senadores que no son de UxP", o "Vamos a escrachar a los senadores que apoyen la Ley Bases cuando viajen por Aerolíneas"; o el grotesco saludo de la exministra cristinista Victoria Tolosa Paz: "íFeliz día del paro!"; la amenaza de una militante ultra K a los movileros que cubrían el paro: "Ustedes van a tener que correr" o las advertencias de que "El próximo paro será de 36 horas" y de que "En el gobierno deben tomar nota"; entre otras expresiones de antología sumadas al folclore de los que destrozaron cubiertas y ventanillas de colectivos en servicio, (hiriendo incluso a pasajeros, como ocurrió en Jujuy) se agregan a los 500 millones de dólares que perdió el país con un día de paro, conforman una síntesis terrorífica. La otra pregunta es: ¿si el transporte hubiese funcionado normalmente, cuál hubiera sido el resultado de la convocatoria de la CGT? Javier Milei y su gobierno decidieron ignorar el paro, convencidos del desprestigio de los que durante los cuatro años de gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner jamás alzaron su voz para defender ni a la clase trabajadora ni a los desposeídos, hoy ya no tienen el peso ni credibilidad ni ideas nuevas para hacerlo. O al revés: con cada manifestación como las demostradas sólo contribuyen a que el libertario se mantenga arriba en las encuestas de imagen y alimentan la paciencia de la misma gente que sigue sufriendo lo peor del gobierno. Parece realismo mágico, pero es realismo nomás.
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Todavía se discute, y se seguirá discutiendo sin que se encuentre una respuesta definitiva, si el paro general de la CGT fue un éxito, un fracaso o una "leve demostración" del descontento con el Gobierno. Pasados unos días va quedando claro que mientras el ajuste impiadoso del gobierno de LLA, sigue castigando a la clase media, hundiendo más a los sumergidos y resguardando (y hasta beneficiando) a la casta política, empresaria, sindical y otras, pareciera que un paro, viniendo de quienes viene, siempre tendrá el paradójico resultado de los que queriendo voltearlo en realidad, trabajan para Milei. Frases como "Vamos a ir a buscar a los senadores que no son de UxP", o "Vamos a escrachar a los senadores que apoyen la Ley Bases cuando viajen por Aerolíneas"; o el grotesco saludo de la exministra cristinista Victoria Tolosa Paz: "íFeliz día del paro!"; la amenaza de una militante ultra K a los movileros que cubrían el paro: "Ustedes van a tener que correr" o las advertencias de que "El próximo paro será de 36 horas" y de que "En el gobierno deben tomar nota"; entre otras expresiones de antología sumadas al folclore de los que destrozaron cubiertas y ventanillas de colectivos en servicio, (hiriendo incluso a pasajeros, como ocurrió en Jujuy) se agregan a los 500 millones de dólares que perdió el país con un día de paro, conforman una síntesis terrorífica. La otra pregunta es: ¿si el transporte hubiese funcionado normalmente, cuál hubiera sido el resultado de la convocatoria de la CGT? Javier Milei y su gobierno decidieron ignorar el paro, convencidos del desprestigio de los que durante los cuatro años de gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner jamás alzaron su voz para defender ni a la clase trabajadora ni a los desposeídos, hoy ya no tienen el peso ni credibilidad ni ideas nuevas para hacerlo. O al revés: con cada manifestación como las demostradas sólo contribuyen a que el libertario se mantenga arriba en las encuestas de imagen y alimentan la paciencia de la misma gente que sigue sufriendo lo peor del gobierno. Parece realismo mágico, pero es realismo nomás.
Hoy está en Jujuy la ministra Patricia Bullrich, una de las primeras espadas reales del gobierno de Milei. Esta vez, llega para reconocer la debilidad y permeabilidad de la frontera norte, por donde se filtra el crecimiento del tráfico y el consumo de la droga. También reconocerá seguramente, la falta de recursos, de equipamiento aéreo, la ausencia de radarización, y obviamente, los magros salarios del personal de Gendarmería, la Policía Federal y de las fuerzas especiales de la Policía Provincial que lidian con el flagelo. No olvidará seguramente la frontera oeste, donde si bien el tránsito se canaliza oficialmente por el Paso de Jama, existen igualmente pasos ilegales entre los altos vericuetos que rodean las cumbres cordilleranas. Pero además, PB, mujer política por excelencia, seguramente se habrá dado unos minutos para el contacto político en algunas direcciones: 1- Para recuperar la tropa propia que tenía conformada desde el momento de la integración de Juntos por el Cambio que luego se dispersó o fue absorbida por la UCR local, 2- fortalecer los contactos con el partido provincial Lyder, de la ministra Isolda Calsina y de la diputada Cynthia Eunice Alvarado, que en los momentos más difíciles y aún hoy mantienen con orgullo en el frente de su sede partidaria una coqueta gigantografía de Bullrich. Y 3- Quizá Patricia pueda hablar con el gobernador Carlos Sadir, moderado radical que nunca atacó en los momentos más calientes del 2023 ni a Bullrich ni a Luis Petri (hoy ministro de Defensa), exfórmula ganadora de la interna. Para todos, un diálogo fortalecido sería más que útil. Y claro, también para Jujuy, si la cuestión es aportar al éxito del gobierno de Milei.
Precisamente, el gobierno de Jujuy, necesita el oxígeno de una renovación de acuerdos por la obra pública y los aportes de ayuda social frenadas por el gobierno nacional. Tiene freezadas por ahora las dos leyes más importantes y más esperadas, sobre las que quizás esta semana se tengan noticias: la ley de emergencia provincial, y la de coparticipación municipal. Claro, ambas, como muchas otras que están en un obligado letargo, dependerán en gran medida de la evolución de la Ley Bases y del humor presidencial. Para morigerar en algo la explosiva situación social, el secretario de Energía de Jujuy, Mario Pizarro, se metió de lleno en el gravísimo tema de las tarifas. El escribano radical logró arrancar un decreto sobre el que se vuelve a establecer que las tarifas en el VAD (Valor Agregado de Distribución) no aumentarán según la inflación, sino conforme a las actualizaciones de los salarios de los empleados públicos. El funcionario ponderó la "sensibilidad social" del gobierno, pero los gremios, le reclaman todavía que retrotraiga las tarifas a febrero, para sentir, verdaderamente un alivio. Como se ve, en esta situación, nada es suficiente.
En el peronismo, la decisión de las autoridades normalizadoras del distrito Corrientes de convocar a internas para noviembre agitaron las aguas locales. Militantes de diferentes sectores, no alineados con la intervención de Aníbal Fernández que dispuso Alberto Fernández, reclaman elecciones cuanto antes y los más exaltados hablan de "tomar el Partido". Si se repiten las fechas de mayo del 2023 para las elecciones locales, el tiempo desde ya aparece limitado, especialmente cuando el PJ deberá organizarse para la interna y la general, desde la cruda intemperie donde hoy se encuentra. Curiosamente, referentes cobijados por el paraguas de la intervención salieron con los tapones de punta a pedir "Que se dejen de joder con las internas", clásica postura de los que están seguros de perderlas. Pero, mañana, el PJ citó a reunión a su Consejo Nacional, en la sede de Matheu 130 donde podría tratarse la necesaria normalización y reorganización de la herramienta del Movimiento, hoy bastante oxidada y atomizada y si capacidad de dar respuestas al país, y en este caso sí, para trabajar en contra de las políticas de Milei y recuperar el gobierno. ¿Será?.
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