El pasaje El Tala del barrio Cuyaya ya no es el mismo desde la partida de un conspicuo residente en la callecita que tiene un encanto especial.
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El pasaje El Tala del barrio Cuyaya ya no es el mismo desde la partida de un conspicuo residente en la callecita que tiene un encanto especial.
Los pájaros y los coyuyos que competían en sus conciertos matinales parece que han perdido las ganas. El jazmín otrora primoroso se ve mustio.
La tristeza parece haber invadido la casa que habitaba el célebre abogado penalista Segundo Héctor Soria. Hoy se cumple un mes de su fallecimiento y en el pasaje El Tala ya nada volverá a ser igual.
"Tito", como le decían sus innumerables amigos, partió el mediodía del 16 de noviembre pasado y con él una fuente inagotable de conocimientos no sólo de su profesión de abogado, sino del Jujuy de antaño y la política, su otra pasión.
Precisamente por sus ideas Soria padeció persecuciones y tormentos. En 1976 fue uno de los sobrevivientes del tristemente célebre vuelo 718 en el que fueron trasladados 90 presos políticos desde nuestra capital con destino a la tenebrosa Unidad 9 de La Plata. Previamente había estado preso en el penal de Gorriti. Desde su condición de víctima del terrorismo de Estado reclamó justicia por los desaparecidos, pero jamás desde el odio y el resentimiento.
Lector empedernido, el doctor Soria siempre descubría algo nuevo en los libros y revistas que atesoraba en su fabulosa biblioteca.
Generoso y desinteresado, atendía a todo aquel que acudía en búsqueda de ayuda.
En los últimos tiempos se lo veía sentado en su "trono", como le decía a las escaleras de acceso a su casa, donde además de leer hablaba con los vecinos y quienes llegaban a hacerle alguna consulta vinculada con la abogacía.
Soria hizo un culto de la amistad. Estaba muy orgulloso de los logros de sus hijos y nietos, quienes junto a su hermana y sobrinos, hoy a las 19, en la iglesia San José del barrio Cuyaya, harán oficiar una misa en su memoria.