Ahora que terminaron con las historias del Joe y el Pleuro Díaz, dijo el comisario Pierro con esa calma más reflexiva que triste y más memoriosa que nostálgica, quisiera decirles, si me permiten, algo sobre unas cartas y un lector. Uno podría decir que lectores hay muchos aunque nunca se hayan censado, aseguró. Pongamos que haya catorce mil o haya sólo cuatro, no viene al caso, dijo como si estuviera muy seguro de a qué quería llegar.
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Ahora que terminaron con las historias del Joe y el Pleuro Díaz, dijo el comisario Pierro con esa calma más reflexiva que triste y más memoriosa que nostálgica, quisiera decirles, si me permiten, algo sobre unas cartas y un lector. Uno podría decir que lectores hay muchos aunque nunca se hayan censado, aseguró. Pongamos que haya catorce mil o haya sólo cuatro, no viene al caso, dijo como si estuviera muy seguro de a qué quería llegar.
Lo cierto es que cada vez que alguno de ellos abre el diario y busca estos Laberintos, o cada vez que hace clic en su título en la página web, no es un lector más entre tantos, no sé si me explico. Creo que todos, Blanca, el padrecito, Pierre Donadou Quispe y yo no sólo sabíamos lo que aquello significaba sino, también, a quién se refería y, con algo de emoción, no dijimos nada para que continuara. Más allá de que cada lector es especial porque cada persona es única e irrepetible, siguió Bautisto Pierro, sé que lo que quiero decir es más profundo.
Cada lector que nos lee está, al menos en el momento de leernos, absolutamente solo con nosotros. Crea un rostro y gestos para mí y para cada uno de ustedes, nos dijo señalando a cada uno con la vista, nos da un tono de voz y le agrega algún detalle a nuestra ropa en el que Dubin no reparó. Habrá cuatro o catorce mil lectores que un día sí, un día no, se detienen en esta columna. No importa cuántos, lo que quiero decir es que hubo uno, Hugo Conde, que un día nos escribió una carta sobre el tema, dijo el comisario lleno de emoción.