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27 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Laberintos Humanos: Cosas asombrosas

Jueves, 20 de agosto de 2020 01:02

Junto a la vertiente, el ermitaño empezaba a asombrarse por los hechos que le acontecían. Como si se tratara de un sueño, recordaba haber recibido la visita de la Martelia. Casi la había olvidado. Antes de alejarse de la gente, vivió con ella algo así como un amor que se fue secando, y allí aparecía sin que la esperara.

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Junto a la vertiente, el ermitaño empezaba a asombrarse por los hechos que le acontecían. Como si se tratara de un sueño, recordaba haber recibido la visita de la Martelia. Casi la había olvidado. Antes de alejarse de la gente, vivió con ella algo así como un amor que se fue secando, y allí aparecía sin que la esperara.

No lo conmovió su presencia, no la extrañaba. Fueron en cambio sensaciones pequeñas que se sucedieron en su memoria una vez que Martelia ya se fue: el olor grato de una comida, alguna imagen como vista por el rabillo del ojo, algo que no llegamos a poder describir pero que nos dice algo.

Durante los últimos años, había aprendido a ver el mundo como quien mira un pajarito pequeño que, piando, se pierde en el follaje de las ramas. No es algo que nos sea indiferente, es algo que nos causa placer pero un placer suave por aquello que podría estar o no estar, que es mejor que esté pero que no es tan importante.

Se lo mira con una sonrisa y no se retiene siquiera el color de sus plumas, pero hay veces en las que nos detenemos en él y hasta nos da nostalgia su pérdida, su ausencia, y no es algo que tenga que ver con el avecilla. Pleuro Díaz, que vivía en soledad desde hacía tanto, conocía lo suficientemente su alma como para saber que ese apego era otra cosa.

Una pizza no es más que una pizza, y podemos vivir sin ella. Cuando la deseamos, cuando su deseo va creciendo, es porque hay algo que nos hace ruido en el alma, y el ermitaño se asombraba de verificarlo en la propia después de tanta paz.

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