Ya desde el atrio se escuchan la voz y la risa generosas del padre Aldo Oña, a quien venimos a entrevistar porque esta semana deja la parroquia de Tilcara por la de Ledesma. Ya ante el escritorio, empieza por contarnos de sus inicios en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Libertador, "donde estuve como seminarista, fui acólito, diácono y donde me ordenaron. Entonces me destinaron para aquí".
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Ya desde el atrio se escuchan la voz y la risa generosas del padre Aldo Oña, a quien venimos a entrevistar porque esta semana deja la parroquia de Tilcara por la de Ledesma. Ya ante el escritorio, empieza por contarnos de sus inicios en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Libertador, "donde estuve como seminarista, fui acólito, diácono y donde me ordenaron. Entonces me destinaron para aquí".
Nos habla de su otro oficio "que fui aprendiendo con buenas cocineras. Un día agarré el diario porque necesitaba trabajar y pedían cocinero en Tilcara, pero no me imaginé que iba a volver como cura. El tema de la obediencia ya era algo que los sacerdotes ancianos nos enseñaban como actitud y valor, así que después de decirme el obispo que estaba destinado a Tilcara, me preguntó la opinión y le respondí que sabía que siempre va a buscar lo mejor para mí".
Cuando llegó, en 2013, se estaba organizando la Semana Santa, "y para mí era todo la novedad de las ermitas, las bandas de sikuris, las comunidades y la primera experiencia del Abra que fue fundamental. El último año que había misionado como seminarista le dije a la Virgen que ojalá algún día pueda venir a servirle. Ya como sacerdote, vivir esa emoción de la gente de nuestro pueblo es un poquito como me imagino al cielo. Todavía sigo llorando al escuchar las bandas porque es la música pura que lleva a Dios. Es como al subir al cerro y ver que la creación se extiende hasta donde la vista pueda alcanzar, así es la expresión de la fe de nuestro pueblo".
En algunos comentarios de Facebook lo llaman "Cura Brochero de Tilcara", iniciamos el tema y nos cuenta que "empezó a marcar mucho la vida de los seminarios y la vida sacerdotal. Conocer su obra, que es de Dios pero con ayuda de un hombre. La santidad nunca es estar solo sino en comunidad, y él armó la comunidad. Fue haciendo camino para él y para su gente, y como no falta quien comparte fotos de nosotros en la montaña, usando sombrero, montando, alguien lo relacionó con su imagen. Pero estamos lejos".
Agrega que "lejos pero cerca al mismo tiempo, porque amaba a la comunidad y a su pueblo. Y la imagen viva y fundamental de Cristo está en el pueblo. Si uno tiene que seguir el ejemplo de los santos es en esto. Nosotros vamos aprendiendo a ser curas, aprender a defender al pueblo de tantos ataques que nunca van a terminar. El Cura Brochero es eso, como saber que no se tiene que tener cansancio por más que uno esté cansado2. Al hablar de lo que aprendió en Tilcara, hace referencia a "una fe profunda, sencilla, saber que cada comunidad te habla de Dios con distintos modos pero con un mismo lenguaje, recordar rostros, lágrimas, silencios. Saber que hay momentos en que hay que guardar silencio para anunciar la palabra de Dios, como decía San Francisco. Eso lo sabe nuestra gente. No es solamente que yo celebro la misa, sino saber darse tiempo aun para llorar con ellos. Y cuántas veces te agradecen el haber llorado con ellos". Luego se refiere al padre Miguel Squicciarini "con quien formamos una comunidad de hermanos para vivir la comunidad afuera. Es algo que no tiene que estar lejos de nuestra vida, y ha sido una constante en la casa parroquial. Una de las grandes maestras que hemos tenido ha sido la Mamita del Cerro, que nos ayudó a sacar la estructura que en otra parroquia era buena pero que acá había que vivir con otros criterios y otras miradas. Cuando la Virgen entra en la evangelización, nos ayuda a descubrirnos hermanos".
Cita al monseñor Angelelli cuando hablaba de "trabajar con el pueblo por el pueblo, y allí es donde uno tiene que fortalecerse. Ahora para rezar todos los días por Ledesma, por la realidad que les toca vivir en esta pandemia donde hubo mucho dolor y desconcierto, y pedirle a Dios que nunca me haga olvidar que tengo que trabajar para el pueblo".
Recuerda "cuando subí por primera vez a los valles con Santos, uno de esos animadores de ley. Me habló de su comunidad y me dice que no tenían ollas ni platos, los pedimos acá y fue la primera vez que pude conocer la generosidad de Tilcara. Habíamos pedido quince platos, veinte cubiertos, una olla chica, y nos llenaron de platos, de vasos, uno veía que seguían llegando. Los llevamos y no llegábamos nunca, siempre me decían que era ahicito, y llegamos destruidos". Ya en El Durazno, se dice que "ahora a descansar. Entonces me dicen que en media hora estaba la comida, pero antes teníamos que preparar la capilla. Armamos los arcos, cantamos, nos contaron que las ramas para armar el arco eran de un cerro como a cuatro horas, compartimos la oración. Con el cansancio de haber caminado todo el día, tuvimos la alegría de llegar y compartir esa comida rica y abundante, esa devoción tan grande de la gente que ama lo que hace, y cuando bajé del valle ya tenía otra mentalidad distinta".