Costa Esperanza es un barrio ubicado entre Moreno y Cuyaya, comenzó siendo un asentamiento donde inescrupulosos se dedicaban a delinquir y a vender y consumir drogas. Ahora, ya constituido como barrio, la creación de una escuela de fútbol ayudó a que muchos niños opten por seguir otro camino, alejados de esos malos hábitos que tuvieron generaciones anteriores.
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Costa Esperanza es un barrio ubicado entre Moreno y Cuyaya, comenzó siendo un asentamiento donde inescrupulosos se dedicaban a delinquir y a vender y consumir drogas. Ahora, ya constituido como barrio, la creación de una escuela de fútbol ayudó a que muchos niños opten por seguir otro camino, alejados de esos malos hábitos que tuvieron generaciones anteriores.
Cristo FC fue el nombre de un proyecto que Cristian Lerma, vecino del lugar, encabezó. Su sueño, desde chico, fue intentar hacer algo por mejorar la calidad de vida de los jóvenes de la zona.
Más lo movilizó que uno de sus hermanos había caído en ese flagelo. La drogadicción era uno de los problemas que más preocupaban a las familias de Costa Esperanza. "Mi hermano empezó a drogarse y ese hecho marcó mucho a mi familia. La policía no entraba por la cantidad de mafia que había, ya que de acá salieron delincuentes conocidos de la provincia", sostuvo Lerma, en diálogo con El Tribuno de Jujuy.
Además de la droga y delincuencia, el barrio estaba marcado por frecuentes disturbios barriales que terminaban con personas apuñaladas y casas destrozadas. La situación era crítica.
Entonces, Cristian, fanático y amante del fútbol, pensó en colaborar con una propuesta para intentar darle solución a ese fatídico contexto, a través del deporte. Empezó con chicos de 13 años en adelante y formaron un equipo de fútbol amateur para participar en los torneos de barrios capitalinos. Si bien, se sumaron muchos jóvenes, la mayoría de ellos estaban muy comprometidos y no podían dejar las drogas.
Al notar que con adolescentes era más complicado trabajar optó por convocar a los pequeños del barrio. Iniciaron con tres chicos y una pelota, pero de a poco se fueron integrando más. Tres meses después de haber iniciado la "escuelita" ya eran 40 los niños que tres veces a la semana se entrenaban con Cristian Lerma.
"Los empecé a llevar a los campeonatos infantiles en club Gorriti, me costó mucho porque trabajaba y contaba con poco tiempo. También necesitaba dinero para el transporte, entre otras cosas. Pero pude gestionar para que nos ayuden con el colectivo y le dimos para adelante", contó Lerma.
Con el paso de los años, los objetivos se fueron cumpliendo y muchos de esos chicos que arrancaron de muy pequeños hoy tienen 15 años y no se drogan. "Se vio en toda esa generación un cambio rotundo a comparación de los más grandes que terminaron presos o con graves problemas de adicción". Explicó que "muchos niños necesitan que alguien los guíe, o enseñarles el camino para que no se metan en otros lugares que les pueden hacer mal".
Cambiar la imagen del barrio
De a poco, Costa Esperanza ya no era un lugar conocido por el alto índice de jóvenes drogadictos y delincuentes, empezó a ser más conocido por su escuela de fútbol y los equipos que participaban en las ligas de barrios.
"Muchos chicos siguieron jugando al fútbol en ligas de barrios y otros juegan en clubes de la Liga Jujeña. Cambiaron la imagen del barrio", mencionó Lerma.
No fue solo trabajar en el deporte, sino también Cristo F.C se trazó el objetivo de formar a personas de bien. Por ello, también dieron talleres sobre valores, la familia, el abuso sexual infantil, entre otros temas muy importantes para el desarrollo de los jóvenes.
Ahora, buscan emprender un proyecto para sumar a Cristo FC a los niños de los barrios Moreno y Cuyaya con el mismo fin, alejarlos de aquello que puede perjudicarlos en el futuro.
"Un sueño es llegar a otros barrios como Azopardo, San Francisco, 30 Hectáreas de Alto Comedero, entre otros, para trabajar con los chicos de ahí también", dijo.
Una tarea complicada
Costa Esperanza fue un barrio muy marcado por la drogadicción, la delincuencia, los abusos sexuales, homicidios y hasta por la venta de armas. Además de todo eso había serias disputas barriales, al ser un barrio nuevo que se levantó entre Moreno y Cuyaya, con las barras de esos lugares había muchos conflictos que se fueron solucionando con el tiempo.
El contexto no daba lugar a una institución deportiva hace un tiempo atrás, y más, teniendo en cuenta que muchos de los padres de los niños de la "escuelita" eran personas consumidoras de drogas y alcohol.
"Entrar en la vida cotidiana de la familia nos costó mucho, decirle al joven que no se drogue porque le hace mal, es más difícil en un lugar en el que su propio padre vende droga. Al igual que decirle que no consuma alcohol porque eso lo lleva a la perdición, y ese mismo chico tiene a su padre que está alcoholizado todos los días", explicó el fundador de Cristo FC
Las condiciones no fueron favorables en un principio para que el equipo se instale en el barrio, sobre todo por los flagelos que abundaban en la zona. La poca ayuda que recibía Cristian también fue otro de los obstáculos que se le presentaron, pero la colaboración fue llegando de a poco.
Hay padres que empezaron a acompañar a sus hijos y uno de ellos puso una camioneta a disposición para llevar a los jugadores a los torneos infantiles. Muchos de los padres encontraron la importancia que tiene el deporte en los más chicos y hasta aprendieron a dejar los malos hábitos para que el niño no se contagie y siga el camino sano que es jugar fútbol.
También llegó la colaboración de empresas privadas y personas ajenas al barrio pero que con un gran corazón brindaron su aporte con pelotas, indumentaria, arcos para la cancha, una máquina de cortar el pasto, entre otros elementos muy necesarios.
Sobre esta loable tarea, Cristian Lerma explicó: "Algunos padres lamentablemente no apoyan esto y no ven al deporte como una forma de transmisión de valores como la disciplina, el trabajo, la responsabilidad y el compañerismo, entre otros".
Colaboración
Al ser una escuela de fútbol levantada a pulmón, Cristo FC requiere de la colaboración de la sociedad jujeña en su afán por inculcarle buenos hábitos a los niños.
Los interesados en brindarles ayuda pueden hacerlo en los entrenamientos del equipo que son los martes, miércoles y jueves a las 18 en la cancha del barrio Costa Esperanza. O a través del número 388-155966728.
La experiencia de Alas de Águila
La fundación Alas de Águila es una institución cuya tarea es transmitir valores a los jóvenes de la sociedad jujeña. En sus principios, las primeras actividades estuvieron abocadas al plano deportivo.
Alejandro Goyechea, uno de los precursores de la ong, después de haberse recibido de técnico nacional de fútbol tomó la iniciativa de trabajar dentro del deporte con jóvenes. Por eso, en el año 2005 convocó a adolescentes de barrios cercanos al acceso sur de la ciudad, fue así que llegaron chicos de Malvinas Argentinas, Alberdi, Alto Comedero, San Pedrito, entre otros. La idea era inculcarles, no solo una enseñanza de táctica y técnica en el fútbol sino también valores para que sean buenas personas en el futuro. Ese fue el inicio de Alas de Águila.
Los chicos llegaban de zonas carenciadas y tenían problemas familiares. Una vez conformado el grupo con 60 jugadores, se les presentó la posibilidad de disputar un partido en la localidad de La Quiaca. La condición para viajar era tener buenas notas en la escuela, es por eso que del total de integrantes solo viajaron 19. Dentro de ese grupo, había solo dos hermanos que tenían madre y padre, el resto provenían de padres separados, otros habían perdido a su padre y algunos ni lo conocían. Estas situaciones motivaron aún más a Alejandro en formar con valores a sus jugadores.
"Recuerdo una linda experiencia cuando visitamos la granja en el año 2007, el partido fue contra presos y me llamó mucho la atención como ellos respetaban las normas del juego. Eso me llevó a ver como el deporte establece reglas y valores para los chicos, esas reglas eran iguales para nosotros y para aquellos que estaban privados de su libertad", cuenta Alejandro Goyechea, en diálogo con nuestro matutino.
Los resultados fueron positivos, "hablar de valores hizo que muchos chicos hoy tengan su familia, que me visiten y me cuentan que tienen sus hijos. A través del deporte uno puede enseñar muchas cosas, las normas están para cumplirse, en nuestra vida cotidiana no lo hacemos, en el deporte están y se tienen que cumplir. Es un canal para sacar a los chicos de las adicciones, a través de la práctica puedan sentirse útiles, que valen, que tienen un potencial y que puedan disfrutar".
Sobre la importancia que tiene en los jóvenes practicar actividades deportivas mencionó: "Hace falta que los adolescentes entiendan esto desde la formación, no solo la táctica y técnica, que entiendan de valores. Muchas escuelas de fútbol hoy forman al jugador y, pero no a la persona, a veces las lesiones no te dejan seguir, pero puede quedar formada la persona. El deporte es un canal fundamental para ir contra la lucha de todos los flagelos que sufre la sociedad".