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5 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. El siguiente

Jueves, 19 de enero de 2017 01:30

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El hombre con que me fui tenía el suficiente dinero como para cumplir todos mis sueños, nos contó Nataela Presley. Con él viajé por todos los cruceros del mundo, bebiendo de los más caros champanes, para regresar a piscinas de cristal en las que me lucía con bikinis blancas que eran la locura de quien me mirara.

Aquel hombre rico tenía todo lo que una mujer pudiera querer, menos una cosa. Vivimos en palacios de ensueño, ofrecimos fiestas a las que asistían las celebridades más famosas del mundo del espectáculo del momento, nombres que hoy no dicen nada pero que entonces era un lujo tenerlos de invitados.

A qué restorán quería ir, él me invitaba. Qué auto quería conducir, él me lo daba. Pero estaba obsesionado con que aquello que no me podía dar, me lo daría acaso el jardinero, el albañil o el mayordomo. Y uno a uno los fue despidiendo, nos contó Nataela Presley.

¿Por qué los hombres no creían en mi amor sincero? Dicen que nadie podía hacerlo por mi belleza inalterable, porque pasaron los años y el pobre cada vez más obsesionado, tanto que comenzó a cansarme. A nuestras fiestas sólo dejaba venir a hombres contrahechos, y sólo me llevaba a escuchar a cantantes de confesada homosexualidad.

Hasta que una vez lo venció su pasión pugilística. Fuimos a ver a uno de los mejores boxeadores del momento, que a cada golpe que daba le hacía temer que lo tuviera, al fin, de amante, y tanto me lo repetía que no dudé en tenerlo. Y me cuentan que, cuando lo dejé, malgastó su fortuna en todas las bebidas que pudo beber hasta reventar.

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