Allá a principios del siglo XX,
Josefa Flores de Puca peregrinaba con fe y esperanza hacia
Punta Corral, motivada por el sueño de poder culminar su promesa realizada a la Virgen, en compañía de su hija Hipólita y sus nietos Marcelo y Carmen.
Ellos eran muy devotos de la V
irgen de Copacabana, pero un año no pudieron regresar al santuario, por lo que los esclavos Dionicia y Guillermo Torres le obsequiaron a Josefa una estampita con la imagen de la Virgen. Transcurrido un tiempo, una noche y de la nada, apareció en Cuchillaco un retocador de imágenes, Dionisio, quien pasó por el domicilio de Hipólita Puca ofreciendo su trabajo y se le pidió una réplica de la estampita de la Virgen de Copacabana. La imagen fue tallada en madera y cubierta con un material desconocido que se asemeja a la roca y al atardecer, el retocador partió del lugar. Hipólita, al preguntar a sus vecinos si recibieron la visita de este retocador de imágenes, recibió como respuesta que no habían visto a nadie y quedó latente el interrogante "¿será obra de Dios?". Es importante destacar que la esclava de la Virgen de Punta Corral llevaba el mismo nombre del retocador y desde entonces la familia traslada la imagen hacia la ciudad de Humahuaca para ser bendecida, ya que el impulso de los milagros realizados a los habitantes de zonas aledañas e inclusive a los de Humahuaca es muy fuerte.