Laberintos humanos. El rastro del reo
No la pasa bien quien le cela a una prostituta, dijo don Ramiro Buenomo cuando ya nos íbamos llevando al joven detenido. Atrás quedaba doña Juana a la vera de su rancho, y el cadáver en el catre. Nosotros tenemos que echarle una mano a la justicia, del cuerpo que se encarguen otros, dijo Buenomo al despedirse y, ya de regreso, le echó llave a la celda y se sentó a dormir la siesta.
inicia sesión o regístrate.
Laberintos humanos. El rastro del reo
No la pasa bien quien le cela a una prostituta, dijo don Ramiro Buenomo cuando ya nos íbamos llevando al joven detenido. Atrás quedaba doña Juana a la vera de su rancho, y el cadáver en el catre. Nosotros tenemos que echarle una mano a la justicia, del cuerpo que se encarguen otros, dijo Buenomo al despedirse y, ya de regreso, le echó llave a la celda y se sentó a dormir la siesta.
Al despertar, ya el reo no estaba guardado. Yo regresaba desde una pensión vecina en la que pasaba las noches, porque don Ramiro insistía en que no debía dormir en la seccional, pero no me pareció que el jefe estuviera preocupado por la fuga, le contó BautistoPierro a Antonino Busca, su subordinado.
¿No tenemos que ir a buscarlo? No creo que haya ido muy lejos, dijo el entonces joven Pierro, que de viejo lo recordaba y lo contaba. El pobre ya tiene demasiado con sus celos ante la mujer incorrecta, le dijo don Ramiro. ¿Se imagina lo que puede sufrir si encima está encerrado en la cárcel?
Pero mató a un hombre. Sí, eso es cierto, dijo don Ramiro Buenomo para cambiar de tema y ya no regresar al asunto de ese hombre, al que habían detenido, y que había escapado sin dejar el menor rastro de cómo. Nunca me habló del tema, le contó Pierro a Busca, ni me atreví a preguntarle lo que nunca supe si fue una debilidad o un error.
Pero don Ramiro Buenomo no daba pie para que uno se sacara las dudas, bastaba con saber que la ley y sus decisiones eran algo bastante parecido. Aprendí mucho de ese hombre, dijo el subcomisario BautistoPierro.