Cuando Marilyn Monroe falleció en 1962 dejó alrededor de cuatrocientos libros en los estantes de su biblioteca, una cantidad que incluía un gran número de temas, desde cocina a religión, pasando por literatura o política. Muchos de estos libros fueron catalogados y más tarde subastados por Christie's en Nueva York. Y es que la imagen de rubia tonta que ofrecía la actriz en sus películas era muy distinta de su realidad personal.
La prestigiosa casa de subastas Christie's clasificó la biblioteca personal de la rubia platino más icónica del cine. Entre sus favoritos estaban Kerouac (En el camino) y Thomas Mann (Muerte en Venecia). Curiosamente, en el rubro teatro, no se ven libros de Arthur Miller, su segundo esposo entre 1956 y 1961, un año antes de su muerte por suicidio.
Un repaso de los libros de Marilyn nos permite asomarnos a los gustos literarios de la actriz. Por citar dos que tienen que ver con nuestra lengua, en el catálogo, clasificados con los números 264 y 268, aparecen una antología del gran poeta español Rafael Alberti y el clásico de Federico García Lorca, Poeta en Nueva York. También hay libros de filosofía (Aristóteles y Platón), pasando por los maestros rusos (Dostoievski, Tolstói y Chéjov), los clásicos franceses (Proust, Zola, Stendhal), hasta títulos claves de la literatura contemporánea. En este rubro, se destacan Muerte en Venecia, de Thomas Mann. La última tentación de Cristo, de Nikos Kazantzakis.
En el camino, de Jack Kerouac, la gran novela de la Beat Generation y el mejor reflejo, sin dudas, de esa costumbre tan norteamericana: dejar el pueblo, salir a la carretera, buscar un destino. No por nada, Hollywood convirtió las "road movies" en un género en sí mismo.
En el rubro "teatro", se destacan obras de O'Neil, Tennessee Williams y Bernard Shaw. Entre los novelistas contemporáneos, aspirantes a conquistar la siempre esquiva Gran Novela Americana, Marilyn leía a Scott Fitzgerald, Hemingway, Faulkner y Carson McCuellers.
Lo que abundaba, sobre todo, en su biblioteca eran autores de la talla de Poe, Oscar Wilde, Lewis Carroll y D.H. Lawrence.
De esta manera queda en evidencia la afición de la eterna Marylin por la lectura, una de sus pasiones desconocidas.
Las propuestas literarias de 2015 para tener en cuenta
Los críticos literarios sostienen que 2015 fue un año positivo para la literatura argentina, ya que muchas de las mejores ficciones publicadas llevan la firma de autores locales. Dentro de la novelística, El espectáculo del tiempo, de Juan José Becerra, quizá sea de las obras más ambiciosas y logradas; pero además ha habido títulos como Titanes del coco, de Fabián Casas; La piel, de Juan Terranova; Salvapantallas, de Luis Chaves; Avión, de Eduardo Muslip; Precoz, de Ariana Harwicz; La menor, de Daniel Riera. Y libros de cuentos como los de Pablo Ottonello, Diego Muzzio, Pablo Natale y Francisco Bitar, que oxigenan y actualizan la tradición del relato corto rioplatense.
Hubo también ediciones y reediciones de autores extranjeros. Entre lo más interesante se pueden mencionar las novelas La violencia está en nosotros (James Dickey), Una partida de ajedrez (último libro de Stefan Zweig), El nombre del juego es muerte (Dan J. Marlowe) o los cuentos de Alejandro Zambra (facsímil) y la antología esencial de relatos del sueco Stig Dagerman (El hombre desconocido), un autor insoslayable que estuvo ausente de las librerías argentinas por décadas. Hubo también, por lo menos, dos ensayos literarios destacados: La forma inicial, de Ricardo Piglia, y La cena de los notables, de Constantino Bértolo.
También se destacan dos biografías orales como Bolaño. El hijo de Míster Playa, de Mónica Maristain; y Fuimos Reyes, la historia de la banda de rock Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Otros ensayos variados son 24/7, de Jonathan Crary, sobre la colonización del sueño en el capitalismo tardío; y el relato del sacrificio sentimental de Werner Herzog en Del caminar sobre hielo. Asimismo acaban de reeditarse cuatro libros de César Aira, entre ellos el clásico Ema, la cautiva y la múltiple Las curas milagrosas del Doctor Aira; aparecieron los Cuentos secretos de Aurora Venturini, escritora fallecida pocos días atrás. También se editaron los cuentos de El cielo de los animales, del joven y exitoso David James Poissant; las dos crónicas corales de la última Premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich: Voces de Chernóbil y La guerra no tiene rostro de mujer; La ley del menor, nueva novela de Ian McEwan; y La invocación y otras historias, de M. John Harrison.
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Cuando Marilyn Monroe falleció en 1962 dejó alrededor de cuatrocientos libros en los estantes de su biblioteca, una cantidad que incluía un gran número de temas, desde cocina a religión, pasando por literatura o política. Muchos de estos libros fueron catalogados y más tarde subastados por Christie's en Nueva York. Y es que la imagen de rubia tonta que ofrecía la actriz en sus películas era muy distinta de su realidad personal.
La prestigiosa casa de subastas Christie's clasificó la biblioteca personal de la rubia platino más icónica del cine. Entre sus favoritos estaban Kerouac (En el camino) y Thomas Mann (Muerte en Venecia). Curiosamente, en el rubro teatro, no se ven libros de Arthur Miller, su segundo esposo entre 1956 y 1961, un año antes de su muerte por suicidio.
Un repaso de los libros de Marilyn nos permite asomarnos a los gustos literarios de la actriz. Por citar dos que tienen que ver con nuestra lengua, en el catálogo, clasificados con los números 264 y 268, aparecen una antología del gran poeta español Rafael Alberti y el clásico de Federico García Lorca, Poeta en Nueva York. También hay libros de filosofía (Aristóteles y Platón), pasando por los maestros rusos (Dostoievski, Tolstói y Chéjov), los clásicos franceses (Proust, Zola, Stendhal), hasta títulos claves de la literatura contemporánea. En este rubro, se destacan Muerte en Venecia, de Thomas Mann. La última tentación de Cristo, de Nikos Kazantzakis.
En el camino, de Jack Kerouac, la gran novela de la Beat Generation y el mejor reflejo, sin dudas, de esa costumbre tan norteamericana: dejar el pueblo, salir a la carretera, buscar un destino. No por nada, Hollywood convirtió las "road movies" en un género en sí mismo.
En el rubro "teatro", se destacan obras de O'Neil, Tennessee Williams y Bernard Shaw. Entre los novelistas contemporáneos, aspirantes a conquistar la siempre esquiva Gran Novela Americana, Marilyn leía a Scott Fitzgerald, Hemingway, Faulkner y Carson McCuellers.
Lo que abundaba, sobre todo, en su biblioteca eran autores de la talla de Poe, Oscar Wilde, Lewis Carroll y D.H. Lawrence.
De esta manera queda en evidencia la afición de la eterna Marylin por la lectura, una de sus pasiones desconocidas.
Las propuestas literarias de 2015 para tener en cuenta
Los críticos literarios sostienen que 2015 fue un año positivo para la literatura argentina, ya que muchas de las mejores ficciones publicadas llevan la firma de autores locales. Dentro de la novelística, El espectáculo del tiempo, de Juan José Becerra, quizá sea de las obras más ambiciosas y logradas; pero además ha habido títulos como Titanes del coco, de Fabián Casas; La piel, de Juan Terranova; Salvapantallas, de Luis Chaves; Avión, de Eduardo Muslip; Precoz, de Ariana Harwicz; La menor, de Daniel Riera. Y libros de cuentos como los de Pablo Ottonello, Diego Muzzio, Pablo Natale y Francisco Bitar, que oxigenan y actualizan la tradición del relato corto rioplatense.
Hubo también ediciones y reediciones de autores extranjeros. Entre lo más interesante se pueden mencionar las novelas La violencia está en nosotros (James Dickey), Una partida de ajedrez (último libro de Stefan Zweig), El nombre del juego es muerte (Dan J. Marlowe) o los cuentos de Alejandro Zambra (facsímil) y la antología esencial de relatos del sueco Stig Dagerman (El hombre desconocido), un autor insoslayable que estuvo ausente de las librerías argentinas por décadas. Hubo también, por lo menos, dos ensayos literarios destacados: La forma inicial, de Ricardo Piglia, y La cena de los notables, de Constantino Bértolo.
También se destacan dos biografías orales como Bolaño. El hijo de Míster Playa, de Mónica Maristain; y Fuimos Reyes, la historia de la banda de rock Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Otros ensayos variados son 24/7, de Jonathan Crary, sobre la colonización del sueño en el capitalismo tardío; y el relato del sacrificio sentimental de Werner Herzog en Del caminar sobre hielo. Asimismo acaban de reeditarse cuatro libros de César Aira, entre ellos el clásico Ema, la cautiva y la múltiple Las curas milagrosas del Doctor Aira; aparecieron los Cuentos secretos de Aurora Venturini, escritora fallecida pocos días atrás. También se editaron los cuentos de El cielo de los animales, del joven y exitoso David James Poissant; las dos crónicas corales de la última Premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich: Voces de Chernóbil y La guerra no tiene rostro de mujer; La ley del menor, nueva novela de Ian McEwan; y La invocación y otras historias, de M. John Harrison.
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