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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Agua & aceite

Martes, 07 de mayo de 2013 19:43
Que a nuestra mesa estuvieran sentados un sacerdote y el hijo del Malo, que es como querer mezclar el agua con el aceite, no debiera sorprenderle a ningún argentino. Tampoco es que seamos una bolsa de gatos, porque la verdad es que ese mozo parecía ser más bueno que cualquiera de nosotros, incluyendo al padrecito. Pero acaso eso de ser mejor que nosotros no sea mucho decir, aunque mejor volvamos al tema.
 
Mire, le dijo el mozo al curita. Ni que haga esfuerzo puedo encontrar pecados que pueda confesarle, y si no soy de ir a misa es porque me tienen la entrada prohibida, no por lo que hice sino por ser hijo de quien soy. Si alguna vez hice un mal, puedo asegurarle que fue con la intención de ayudar, y ni siquiera le guardo rencor a este hombre que abandonó a mi madre.
 
Dijo eso y el cura se puso de pie, dando un paso atrás ante la presencia de Juan Bautista de los Montes. No se confunda, padrecito, le dijo el gaucho aludido, que fui la pareja de su madre pero no padre de este muchacho, aunque la verdad que es un mozo tan cumplido que no me hubiera molestado serlo.
 
Pero el Diablo no se acerca a quien no haya pecado antes, trató de recordar el religioso. Quien esté libre de pecados que tire la primera piedra, dijo el gaucho sin temor porque, quien más y quien menos, todos teníamos nuestras cositas. Y además que no lo íbamos a apedrear porque tanto el gaucho como el mozo nos caían bien.
 
¿Y usted no puede interceder ante el Padre para que revea mi caso?, le preguntó, con lágrimas en los ojos, el hijo del Malo al sacerdote.
 
 
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Que a nuestra mesa estuvieran sentados un sacerdote y el hijo del Malo, que es como querer mezclar el agua con el aceite, no debiera sorprenderle a ningún argentino. Tampoco es que seamos una bolsa de gatos, porque la verdad es que ese mozo parecía ser más bueno que cualquiera de nosotros, incluyendo al padrecito. Pero acaso eso de ser mejor que nosotros no sea mucho decir, aunque mejor volvamos al tema.
 
Mire, le dijo el mozo al curita. Ni que haga esfuerzo puedo encontrar pecados que pueda confesarle, y si no soy de ir a misa es porque me tienen la entrada prohibida, no por lo que hice sino por ser hijo de quien soy. Si alguna vez hice un mal, puedo asegurarle que fue con la intención de ayudar, y ni siquiera le guardo rencor a este hombre que abandonó a mi madre.
 
Dijo eso y el cura se puso de pie, dando un paso atrás ante la presencia de Juan Bautista de los Montes. No se confunda, padrecito, le dijo el gaucho aludido, que fui la pareja de su madre pero no padre de este muchacho, aunque la verdad que es un mozo tan cumplido que no me hubiera molestado serlo.
 
Pero el Diablo no se acerca a quien no haya pecado antes, trató de recordar el religioso. Quien esté libre de pecados que tire la primera piedra, dijo el gaucho sin temor porque, quien más y quien menos, todos teníamos nuestras cositas. Y además que no lo íbamos a apedrear porque tanto el gaucho como el mozo nos caían bien.
 
¿Y usted no puede interceder ante el Padre para que revea mi caso?, le preguntó, con lágrimas en los ojos, el hijo del Malo al sacerdote.
 
 
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