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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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El tiro por la culata

Sabado, 04 de mayo de 2013 21:31

No bien dijo lo que acababa de decir, Juan Bautista de los Montes se volvió hacia a puerta. Acababa de entrar un muchacho alto, de mirada altiva y descalzo, porque no había bota que le calzara en esas patas arrugadas y uñosas de gallo que le vimos. Era el hijo de la mujer que Juan Bautista de los Montes había amado, el hijo que ella tuvo después de que la violara el mismo Diablo.

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No bien dijo lo que acababa de decir, Juan Bautista de los Montes se volvió hacia a puerta. Acababa de entrar un muchacho alto, de mirada altiva y descalzo, porque no había bota que le calzara en esas patas arrugadas y uñosas de gallo que le vimos. Era el hijo de la mujer que Juan Bautista de los Montes había amado, el hijo que ella tuvo después de que la violara el mismo Diablo.

El mayor de los abuelos se persignó y el muchacho rió por lo bajo su tristeza. No hay quien no lo haga, dijo, y será lo correcto pues. Ustedes buscan su propia salvación, nadie puede culparlos. Yo busco que Dios me perdone de pecados que no he cometido, que he heredado, pero vayan sabiendo que siempre me sale el tiro por la culata.

Será que ese es mi destino, dijo sacando la última empanada del plato, la misma a la que el peluquero le había echado el ojo pero temía que fuera cierto eso de que por ello iba a casarse. Ninguno de nosotros, de todos modos, le iba a reclamar por ello ni le iba a pedir que pagara su empanada, en parte porque no somos mezquinos y en parte porque le temíamos.

Así le escuchamos decir que hay quienes ya parecen haber nacido condenados. Si sabemos de una causa justa, nos sumamos y termina siendo la peor de las calamidades. Si ayudamos a una abuela a cruzar la calle, no va que dobla un auto que la atropella. Si ponemos una moneda en la mano de un menesteroso, con esa moneda se compra un sándwich que lo atraganta hasta ahogarlo.

Que se le va a hacer, dijo el mayor de los abuelos como para consolarlo. Capaz que las cosas cambian.

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