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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Tirando a fea

Jueves, 04 de abril de 2013 17:50

Cuando un hombre se enamora de una bruja, se cree que no lo sedujo sino que lo atrapó. Algo, de todos modos, hay de cierto en ello. Muchos especialistas afirman que toda seducción, al fin de cuentas, es una trampa, pero no es este un suplemento psicológico ni un tango sino un cuento, así que seguiremos con la trama.

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Cuando un hombre se enamora de una bruja, se cree que no lo sedujo sino que lo atrapó. Algo, de todos modos, hay de cierto en ello. Muchos especialistas afirman que toda seducción, al fin de cuentas, es una trampa, pero no es este un suplemento psicológico ni un tango sino un cuento, así que seguiremos con la trama.

La Clarisa, que dicen que era más bien tirando a fea, tenía sin embargo sus secretos. De esos secretos no hablaremos aquí, porque acaso nos lea algún menor de edad, pero la cosa es que ninguno de los hombres que la conoció pastoreando se marchó sin una lágrima. Eso y decir que no le era fiel a nuestro gaucho, acaso sea la misma cosa.

Pero, como ya sabemos, el gaucho tampoco le era fiel a la Clarisa sino que, cada tanto, se volvía a encontrar con doña Tertulia. Lo que más le molestaba no era eso, de lo que ni se había preguntado, sino la fama que a lo largo y a lo ancho de los valles se tejía sobre su cornamenta. Como sea, y más allá de la fama, nunca dos amantes se cruzaron en el camino que iba al rancho de la Clarisa, por lo que la cosa no llegó a mayores.

Cuando en algún almacén el gaucho escuchaba la historia de traiciones de la que era protagonista, jamás sabía que se referían a su propia historia, y así siguió andando con su caballo bordeando el horizonte, tan silencioso que ni a si mismo se decía lo que temía que le estuviera sucediendo. Pero la cosa se puso espesa el día en que la Clarisa le dijo que esperaba un hijo, cosa que suele suceder con las mujeres cuando conocen a los hombres.

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