Cuando creíamos que de los Montes iba a achurar a Ducase por su osadía, en cambio lo vimos reír. Es cierto, le dijo, porque una vez me convidaron un vermut y me las vi en figurillas para pinchar la aceituna con mi facón. Por eso, si hay algo que no entra en la dieta de un gaucho, son las aceitunas.
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Cuando creíamos que de los Montes iba a achurar a Ducase por su osadía, en cambio lo vimos reír. Es cierto, le dijo, porque una vez me convidaron un vermut y me las vi en figurillas para pinchar la aceituna con mi facón. Por eso, si hay algo que no entra en la dieta de un gaucho, son las aceitunas.
¿Y el salamín con queso?, preguntó preocupado el menor de los abuelos. Eso es otra cosa, dijo de los Montes, porque uno puede ser muy cristiano pero no hay por qué despreciar una buena picada. ¿Y qué tiene que ver el cristianismo con el salame?, quiso saber el padrecito.
Poco acaso, dijo el gaucho, capaz que nada, pero no por eso vamos a permitir que nos dejen sin un buen aperitivo. He conocido un paisano, dijo Juan Bautista de los Montes, que fue a payar con el mismo Malo porque le han dicho que allí servían picadas descomunales.
Yo pienso que sin picles las picadas no valen demasiado, dijo el mayor de los abuelos. Cuestión de gustos, dijo el gaucho. A mi se me hacen esenciales los manices. ¿Y cómo agarra un maní con el cuchillo?, lo desafió Juan José Ferreira Miranda. Si usted me explica como toman sopa los chinos con palitos, dijo Juan Bautista de los Montes, yo le respondo a su pregunta.
¿Y qué pasó con ese paisano que fue a payar con el Malo?, quise saber. Vea Dubin, me respondió de los Montes, me han dicho que lo de la payada, vaya y pase, pero que el asado tenía sabor a azufre. Las cosas que se aprenden, dijo Isidoro Ducase. Al menos ya sabemos que en el infierno deben sobrar tanto los pecados como los chorizos.