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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Silencio gaucho

Miércoles, 27 de marzo de 2013 19:13

Y el hombre que andaba a pie a la par del caballo del gaucho, le dijo que tampoco era cuestión de andar haciendo una competencia para ver quién era más desgraciado. El destino es de lo más democrático que existe, dijo y el gaucho clavó las espuelas en el cuero de la bestia para adelantarse y seguir andando, solo, en ese silencio que más de uno toma por mal talante.

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Y el hombre que andaba a pie a la par del caballo del gaucho, le dijo que tampoco era cuestión de andar haciendo una competencia para ver quién era más desgraciado. El destino es de lo más democrático que existe, dijo y el gaucho clavó las espuelas en el cuero de la bestia para adelantarse y seguir andando, solo, en ese silencio que más de uno toma por mal talante.

¿Pero quién ha dicho que andar solo es por tener mal humor? Sin embargo, al menos al gaucho de nuestro cuento lo siguió la fama de que era un hombre malhumorado por el sólo hecho de andar solo por los cerros, aferrado a su caballo como a su casa y su mundo, evitando los caminos transitados y no recalando en los almacenes más que para proveerse de algunas cosas que cambiaba por plumas de suri o cuero de puma.

Y aunque nadie sabía dónde dormía y apenas si cruzaron con él algunas palabras, se le entretejió una inmerecida fama de cantor y de hombre malo, por lo que la gente le temía a la vez que esperaba verlo con la esperanza de poder escucharle algunos cantos. Cosa de admirarse, ¿vio?

No se le veía guitarra al hombro ni caja atada a la silla, y eso agrandaba su misterio, porque hay que ser muy hombre para cantar tan bien como se dice que cantaba, sin acompañarse si quiera con algunas castañuelas, que tampoco se le conocían ni se sabe que el solitario conociera.

Por él suspiraban las mozas más bellas de cada pago, al tiempo que lo envidiaban los varones que siempre terminan por discriminar a aquellos que, suponen, tienen mejores dotes que ellos.
 

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