Fernando Zurueta
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Fernando Zurueta
“Quisiera seguir viviendo para contar mis historias/ que son tristes y penosas pero debes conocer. / En este árbol longevo murieron dos personajes/ que el tiempo no los borró y se deben mantener”/.
Un testimonio de la historia de la región y un recordatorio trágico de asesinatos en ese lugar es interesante saber.
Como muchos dijeron : “Preservar su memoria no es solo conservar un árbol sino recordar que, bajo su sombra, cayeron hombres que, más allá de sus errores o aciertos fueron protagonistas de nuestra historia”.
El añoso algarrobo, situado en avenida Corrientes 2758 en San Pedrito, cerca de la esquina Burela. Este, se mantiene en pie desde hace dos siglos sufriendo el paso del tiempo. Solo una pequeña reja y
una placa deteriorada sin conocer qué es lo que dice es lo que queda.
En el siglo XIX las luchas y disputas por la independencia trajeron como resultado el fusilamiento de dos reconocidos hombres públicos. El enfrentamiento entre unitarios y federales llegaba a situaciones impensadas.
El gobernador de Salta José Manuel Saravia con tropas a su cargo, invade Jujuy exigiendo mediante amenazas la renuncia del gobernador López del Villar.
No logra su objetivo por lo que decide con sus tropas salteñas avanzar. Toman conocimiento las autoridades de la provincia y resuelven huir hacia Bolivia.
Mariano Santibáñez, Manuel Padilla, Manuel Lucero, Alejo Belaunde, Patricio Sánchez de Bustamante van hacia el norte. Las condiciones del viaje no eran las mejores por lo que deciden hacer un alto refugiándose en la conocida Sala de los Molinos a escasos kilómetros de San Salvador de Jujuy.
Este lugar que, se mantiene en pie, fue adquirido por el doctor Manuel Padilla el 31 de julio de 1842.
A las horas llegan noticias que los invasores salteños se acercaban por lo que deciden continuar a caballo. Solo queda en el lugar Mariano Santibáñez imposibilitado de acompañar a la comitiva.
Al ingresar a la Sala, Saravia reconoce a Santibáñez y decide inmediatamente su fusilamiento comunicando a Rosas que Santibáñez era el mismo que en 1834 ejecutó a quien fuera Pablo la Torre, gobernador de Salta el 13 de septiembre de 1851.
Ante los serios problemas vividos, al detenido no se le da participación para que designe quien lo defienda. No fue escuchado y menos tuvo un juicio previo y así, sin ningún derecho y sin juicio previo en total orfandad siguieron adelante con la ejecución en un aislamiento total del prisionero sin conocerse que haya tenido atención religiosa. Solo se autorizó redactar una carta que Santibáñez envía a su esposa la que se encuentra en el Museo Histórico de Jujuy. Duró su prisión más de 24 horas desde que fuera aprehendido en la noche del día 12 colocado con un pie en tierra y el otro suspendido de un árbol. El día 13 a las ocho de la mañana fue fusilado por orden de Saravia.
Santibáñez escribe una carta a su esposa. “Querida Lorensita: Septiembre de 1851 como a las diez de la mañana. Ayer tarde me dejasteis, querida Lorensita en este San Pedrito, sin que mi inocencia notoria nos dejará, ni remotamente presumir que sería el último día de nuestra unión. No te entregues al dolor, ofrece tu pesar y sufrimientos a Dios, yo lo voy a ver y esperarte para reunirnos en su seno; entre tanto ocúpate esmeradamente de ocupar a nuestras hijas en nuestra Religión Católica de la que en este momento siento su poder divino; que instantáneos son los males como lo bienes de esta. Los pocos que tengo, consisten en la tienda y los que en los cuadernos y algún documento que encontraréis en el baúl. Tú eres la única dueña de nuestras hijas de todo. Tu esposo Mariano Santibáñez”.
Poco tiempo después finaliza el Gobierno de Rosas. El general Justo J. de Urquiza toma a su cargo el mando nacional. Mientras, en Jujuy, la muerte de Santibáñez trajo un malestar en la jujeñidad y siendo gobernador de la provincia José Mariano Iturbe se produjo una reacción en cadena en su contra y es depuesto en su cargo.
Se resuelve reunir de inmediato al cuerpo legislativo y terminar con la Gobernación de Iturbe, designando como gobernador al doctor José Benito de la Bárcena quien, entre las primeras medidas que toma, dicta un decreto disponiendo capturar a Iturbe para ser juzgado por el crimen de rebelión.
Iturbe es detenido en la cárcel del Cabildo acusado del asesinato del honrado vecino Mariano Santibáñez. Siendo imposible la reunión del Cuerpo Legislativo a la brevedad, se nombró un Tribunal. Eventual para juzgar la conducta de Iturbe y la de los otros cómplices nombrando a Mariano Cruz Pérez, presidente; José Luis Portal, fiscal; Fermín de la Quintana, Domingo Arenas, Santiago Alvarado y Gabriel Cuñado y como suplentes Juan Ignacio Portal y Jacinto Guerrero. El 6 de mayo de 1852 se lo declara culpable a Iturbe disponiendo su ejecución en el mismo algarrobo en que fuera Santibáñez ejecutado.
El nuevo tribunal especial designado para juzgar la conducta de Iturbe lo condena a muerte por el fusilamiento de Mariano Santibáñez. Teófilo Sánchez de Bustamante en sus escritos dice que el gobernador Bárcena puso el “cúmplase” al fallo pero resolvió suspender la ejecución proponiendo conmutarla con la del destierro perpetuo a Brasil. Si bien hubo solicitudes que pedían en igual sentido no tuvo resolución favorable.
En su momento Bárcena, como habitualmente lo hacía encontrándose en Volcán administrando sus campos, delega el mando a Alejo Belaunde como presidente de la Comisión permanente que actuaba durante el receso legislativo.
Belaunde ante las presiones del momento decide hacer efectiva la orden de fusilamiento en el mismo lugar que fuera asesinado Santibáñez: en el algarrobo de San Pedrito.
El 6 de mayo de 1852 a las 12 fue fusilado el coronel José Mariano Iturbe y en ese trance los auxilios espirituales los recibe del presbítero Antonio Más Oller.
Según el sacerdote Zegada “fue colgado de los pies en sentido contrario al lugar que ocupa Santibáñez para que las sangres no se mezclen”.
En honor a la verdad es correcto decir cómo se dieron los hechos y que Bárcena no tuvo participación en el fusilamiento de Iturbe tal como lo destacan en sus escritos Teófilo Sánchez de Bustamante, Héctor Sánchez Iturbe, Germán Mallagray y tantos otros. Y lo de hoy es solo un informe dando valor a estos acontecimientos resaltando el coraje y protagonismo de los que fueron ejecutados a pesar de sus ideas diferentes.
Que importante sería que en los colegios den una mayor difusión de todo lo acontecido en ese entonces visitando el lugar.
Solo queda el algarrobo al que seguramente debe realizarse su mantenimiento y protección preservando lo que queda en más de dos siglos de existencia.