Escena teatral: "La elección"
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Escena teatral: "La elección"
(Palco con dos sillas. Luz tenue. Dos mujeres, una sentada y otra de pie frente a ella.)
MUJER 1: (Con voz temblorosa) Me dijo que me quiere, pero que todavía no está listo. Que necesita tiempo.
MUJER 2: (Con firmeza suave) ¿Y vos?
MUJER 1: ¿Yo qué?
MUJER 2: ¿Vos estás lista para esperarte a vos misma? Porque si seguís esperando que el otro se elija, nunca vas a ocupar tu lugar.
MUJER 1: (En silencio. Suspira. Se levanta. Mira hacia el público.) Tal vez es hora de decirme que sí.
El problema no es "el otro" que no se compromete, que no te elige, que no da el paso. El verdadero conflicto muchas veces está en lo que toleramos, en los lugares donde nos dejamos para ocupar un lugar que no nos corresponde. Ser el plan B no empieza con la falta de compromiso del otro, sino con una desconexión profunda con el propio valor.
¿Cuáles son los mensajes que sostienen ese lugar de espera? ¿Qué tipo de vínculos estamos replicando sin darnos cuenta? ¿Y qué significa realmente elegirse primero?
Ser el plan B: una configuración emocional y sistémica
En el fondo, ser "el plan B" es una posición subjetiva. Desde las constelaciones familiares, Hellinger (2001) señala que muchas veces nos colocamos en lugares que no nos corresponden por lealtades invisibles: a veces repetimos la historia de una madre que nunca fue elegida, de una abuela que fue la amante, de un padre que siempre esperó ser mirado. Estos "enredos del alma" hacen que inconscientemente nos sintamos cómodos en lugares de espera, de migajas, de sacrificio.
En la mirada gestáltica, esta configuración remite a interrupciones del ciclo de la experiencia. No nos damos permiso de cerrar figuras, de elegir, de poner el límite. Desde la terapia Gestalt, Perls (1973) propone que cuando una necesidad no se satisface en su momento, se vuelve figura permanente. Entonces, seguimos buscando ser elegidos donde no somos vistos.
Desde la biología emocional, Ismael Sánchez (2017) explica que muchas personas que viven relaciones como "segunda opción" presentan memorias de abandono intrauterino o heridas tempranas de separación. Esa impronta genera una necesidad excesiva de ser aceptados, incluso a costa de ser el "plan B".
Las creencias que sostienen al plan B
Desde las teorías cognitivo-conductuales, ser el plan B puede estar sostenido por distorsiones cognitivas como la generalización ("nunca me eligen"), la lectura mental ("seguro va a elegir a otra persona") y la descalificación de lo positivo ("si me dijo que me quiere, seguro lo dice por compromiso"). Aaron Beck (1995) afirmaba: "Cuando el amor no es suficiente, es porque está nublado por esquemas internos de desvalorización que distorsionan la experiencia presente".
Estas creencias suelen surgir en contextos de apego inseguro, entornos familiares disfuncionales o vivencias traumáticas no procesadas. Algunas preguntas que pueden ayudarnos a identificar estas creencias son:
-¿En qué momento empecé a conformarme con migajas?
-¿Cuándo aprendí que no soy suficiente para ser elegida?
-¿Qué creencias me mantuvieron en relaciones donde yo era "la opción disponible"?
El apego que explica nuestras elecciones
Si tuvimos un apego ansioso o evitativo en la infancia, es probable que, de adultos, repitamos ese patrón. Las personas con apego ansioso temen al abandono, y prefieren ser "algo" para el otro antes que "nada". Las personas con apego evitativo, por el contrario, suelen elegir vínculos poco comprometidos porque temen a la intimidad real. Ambos estilos se atraen y refuerzan, generando relaciones donde uno es plan A y el otro nunca termina de estar.
Comprender nuestro estilo de apego es clave para modificar nuestros patrones vinculares. Elegirse a una misma también implica reeducar la forma en la que nos relacionamos.
Microcuento: "La que siempre espera"
Había una vez una mujer que tenía un corazón con alas, pero lo guardaba en un cajón. Cada vez que alguien se acercaba, ofrecía migas de ese corazón, esperando que el otro le trajera el pan entero. Un día, se miró en el espejo y se dijo: "Estoy cansada de esperarme en otros". Abrió el cajón, se abrazó el corazón completo y se fue volando. Desde entonces, solo aterrizaba donde hubiera tierra firme y cielo abierto.
Psique y Eros: el alma que aprende a amar con conciencia
Psique era una joven de belleza tan extraordinaria que despertó los celos de la diosa Afrodita. Para castigarla, envió a su hijo Eros (el dios del amor) para que la hiciera enamorarse del hombre más feo. Pero Eros, al verla, se enamoró perdidamente de ella.
La llevó a un palacio mágico donde todo era perfecto, con una sola condición: no podía verlo nunca. De noche la amaba en la oscuridad; de día, desaparecía. Psique, aunque feliz, tenía dudas. Una noche encendió una lámpara para mirarlo mientras dormía. La cera lo despertó, y Eros huyó, herido por su desconfianza.
Psique inició entonces un largo camino de pruebas impuestas por Afrodita: ordenar granos, bajar al inframundo, conseguir el élixir de la belleza. Con ayuda divina y su fortaleza interna, superó todo. Al reencontrarse con Eros, el amor ya no era ciego: era consciente, maduro y recíproco. Los dioses bendijeron su unión y Psique fue elevada al Olimpo.
Este mito representa el viaje del alma que se elige a sí misma. Deja de amar a oscuras y se convierte en sujeto deseante, capaz de integrar el amor divino con el propio.
Conclusión: Ser el plan A no es egoísmo, es salud emocional
Elegirte no es cerrarte al amor. Es dejar de aceptar lo que te daña. Ser el plan A requiere coraje, madurez emocional y un trabajo profundo de integración interna. Es sanar las huellas de abandono, desafiar creencias limitantes y asumir la responsabilidad de ocupar tu lugar.
"Cuando te elegís, cambia tu vibración. Y cuando cambia tu vibración, cambia tu destino".