Es mucho mayor la transformación del antiguo concepto y modelo en la relación padres-hijos que el corto periodo de tiempo transcurrido.
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Es mucho mayor la transformación del antiguo concepto y modelo en la relación padres-hijos que el corto periodo de tiempo transcurrido.
La situación natural que por entonces se establecía era de respeto entre miembros de la familia y con el resto de la comunidad. Se cultivaba un espacio socializante de espiritualidad y humanismo.
Los padres conocían a sus hijos y estos a sus padres, era natural, dedicaban tiempo suficiente y presencia a la crianza. Compostura en gran parte perdida en épocas de avanzada tecnología y necesidad de trabajo de madres, con naturales y obvias ausencias hogareñas.
Vida, amor, unidad, llevados a la práctica no pueden cambiar, sin embargo, parecen haber perdido el sentido que primaban en tiempos lejanos.
Convencido digo que somos eternos; no me refiero a lo religioso que desde ya así lo interpreto y vivo, sino a lo que en herencia transmitimos y que continuará en la distancia.
Obviamente que para entonces nadie nos recordara, o al menos el común de la gente.
Tampoco es importante ni necesario porque en la semilla sembrada, el cielo y la tierra rememorarán nuestros pasos, y eso es suficiente.
De allí no se borra jamás y puede ser leído (o evocado) en el futuro por nuevas ramas floridas de viejos y memoriosos troncos añosos.
Sin embargo, la historia de la humanidad muestra corrientes cambiantes de pareceres y costumbres. Y obviamente los actores son las generaciones que nos suceden y se hacen sentir en pequeñas y por momentos extrañas cosas. Esto es lo que cuesta en principio asimilar y suena a raro.
Claro, un buen día se hacen adolescentes y comienzan algunas observaciones relacionadas con últimas modas, haciendo referencia a "esos eran otros tiempos", "no es lo mismo, todo cambia". Evidenciando el concepto de "padres antiguos", desactualizados, cuando no desubicados. La era tecnológica vino a profundizar esta posición perdiendo en el camino un tesoro tan inmenso, como la experiencia puesta al servicio de nuevas generaciones. El mensaje puede estar errado, pero ¿quién le quita la "intención" que anima el generoso gesto puesto en la observación?, ¿qué padre puede hacer llamados de atención adrede equivocando a sus hijos?, aseguraríamos que nadie (salvo algún monstruo suelto en la selva de la vida).
Es lamentable, pero tomamos nota de innumerables vivencias un poco tarde o descubrimos el valor del consejo ya vencido y se hace evidente cuando nos sumergimos en el recuerdo de nuestros amados progenitores.
No existen padres antiguos, existen padres sabios sin haber pisado jamás el umbral de una casa de estudios. Una razón muy sencilla acredita tamaño título: "el amor". Viene bien una frase de Víctor Hugo: "En los ojos del joven, arde la llama; en los ojos del viejo, brilla la luz". Es decir, a su tiempo llegará el entendimiento y la llama se convertirá en luz.
Si medianamente pusiéramos en práctica entretejiendo ambos conceptos, el producto final no debería ser otro que un joven fuerte, práctico y reflexivo. Maduro en la concepción de la vida y con el camino abierto, despejado a mayores posibilidades. De esta manera los años, plasmados en la función de padre, dejarían a ambas partes más satisfechas y sobre todo más cercanas en el diario compartir.
Puede ser que lo logremos. ¿Por qué no intentarlo? Quizás así en el final de nuestro tiempo podamos decir, tarea cumplida. Aunque nunca dejemos de ser sus eternos ángeles de la guardia.