Hay momentos en la vida que se repiten como un dejavú y que dejan como enseñanza la motivación más linda. Así, la constante tarea de coser y modificar prendas es una habilidad que llama la atención a quienes se encuentran alrededor de la persona que la realiza. Esto es lo que le sucedió a Amalia Mirta Rueda que supo observar a su madre Luisa Arancibia en el oficio de costurera y aplicarlo como labor fundamental en su existencia.
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Hay momentos en la vida que se repiten como un dejavú y que dejan como enseñanza la motivación más linda. Así, la constante tarea de coser y modificar prendas es una habilidad que llama la atención a quienes se encuentran alrededor de la persona que la realiza. Esto es lo que le sucedió a Amalia Mirta Rueda que supo observar a su madre Luisa Arancibia en el oficio de costurera y aplicarlo como labor fundamental en su existencia.
Es que desde su infancia, comprendió cómo el arte de coser y renovar vestuario, la cautivaba más; como también veía el don que proyectaba, mientras se formaba en la escuela 264 "Batalla de Suipacha" en San José de Chijra. Como tenía un hermano en el sur del país, las circunstancias del momento y una decisión final determinó que su nuevo rumbo sería Buenos Aires.
Así que a los trece años se dirigió a buscar un futuro en otra ciudad. En este tiempo retomó lo que más le gustaba hacer en su Jujuy natal y tuvo la oportunidad de perfeccionar sus técnicas de costurera en una fábrica textil del sur. "Para mí fue descubrir un mundo nuevo, con máquinas y era todo grande. Me hacía acordar a mi madre porque es un saber que me lo enseñó ella pero en la fábrica todo era más rápido y se confeccionaba en cantidad", detalló Rueda.
Siendo una pequeña de trece años, se mantenía firme en el cariño por el oficio legado que luego aplicaría en la realización de prendas de vestir, notando la diferencia con respecto a lo cosido a mano. "No deja de ser artesanal pero estar en una fábrica fue muy satisfactorio porque pude ver cómo se manejaba todo y la rapidez me sorprendía", destacó Rueda que ya tenía el conocimiento de arreglar y modificar pantalones chupines o "pata de elefante" -hoy Oxford-.
Desde el año 1993 y hasta el año 1995 se quedó en Buenos Aires para luego regresar a su tierra norteña y retomar los estudios que terminó en la Escuela Provincial 1. A la par, el trabajo como niñera la hizo crecer en experiencia y en dedicación para los niños, a través de una interesante manera de vivir desde el trabajo, siendo responsable en todo momento. "Estaba en mi pensamiento terminar la escuela", aseguró la trabajadora que logró recibirse y formar una familia. Las prendas que crearía esta vez, tendrían un significado especial porque estuvieron destinadas a su hija. El incentivo era distinto y con él, las ganas por progresar más y salir adelante en lo personal. Entonces se capacitó en el rubro de indumentaria para florecer con su talento en este campo laboral.
Y desde Villa Jardín de Reyes comenzó a tomar las herramientas para ampliar sus saberes. Ya en 2010, se inscribió en la Escuela Profesional 10 "Patricias Argentinas" desde donde volvió a tomar contacto con las máquinas industriales, recuerdo latente de la niña que fue cuando admiraba el universo de fibras y textiles. Hoy en día sorprende en la realización de ambos, chaquetas, faldas, pantalones y uniformes; conocimientos que no guarda para sí, sino que los comparte en un taller que dicta para seguir con el entusiasmo y la energía activa de efectuar lo que tanto le gusta hacer.
