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Alberto Fernández va dos semanas de encierro en Puerto Madero

Como una ironía del destino, Fernández vive un estricto encierro en su residencia de Puerto Madero y tiene nuevo número telefónico.

Viernes, 16 de agosto de 2024 16:42

“Quebrado”. Así lo describió, escueto y lapidario, uno de los amigos que habló con él en las últimas 24 horas. Por momentos, Alberto Fernández se derrumba. De a ratos lo invade una ráfaga de furia: “¡Ustedes no me creen!”, repitió esta semana a parte de su entorno, molesto por la incredulidad de algunos de sus ex colaboradores que están perplejos por la gravísima denuncia de Fabiola Yañez, y que hacen un esfuerzo enorme por no caerle al ex presidente.

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“Quebrado”. Así lo describió, escueto y lapidario, uno de los amigos que habló con él en las últimas 24 horas. Por momentos, Alberto Fernández se derrumba. De a ratos lo invade una ráfaga de furia: “¡Ustedes no me creen!”, repitió esta semana a parte de su entorno, molesto por la incredulidad de algunos de sus ex colaboradores que están perplejos por la gravísima denuncia de Fabiola Yañez, y que hacen un esfuerzo enorme por no caerle al ex presidente.

Fernández no sale del departamento que su amigo Enrique “Pepe” Albistur le presta en el complejo River View de Puerto Madero desde hace al menos dos semanas. El sábado 3, en las horas previas a que el diario Clarín publicara en su portada que la Justicia había encontrado “datos de supuesto maltrato” a su ex pareja, el ex mandatario entró en crisis. Un par de días antes, enterado de que circulaba esa información, intentó interceder para bajarle el tono a la noticia, pero fue en vano. Ese sábado, algunos de los amigos que lo visitaron lo vieron muy deprimido. No mejoraría con el correr de los días. Buscaron, por caso, que Federico Saavedra, su médico personal, ex jefe de la Unidad Médica Presidencial, incluido por el fiscal Ramiro González en el listado de testigos que deberán empezar a desfilar por Comodoro Py a partir de la próxima semana, contactara a un psiquiatra.

A pesar de la batería de mensajes de WhatsApp entre Yañez y María Cantero, la histórica secretaria de Fernández, que se hicieron públicos en estos días, el ex jefe de Estado volvió a insistir en las últimas horas que es inocente y que jamás le levantó una mano a su ex pareja. Es más: fuentes cercanas aseguraron a este medio que Silvina Carreira, la abogada que lo representa y que fue acercada, según trascendió, por Albistur, analizaba este jueves brindar algún tipo de declaración pública para contrarrestar la avalancha de acusaciones que se acumulan en la Justicia, por las que Fernández fue imputado el miércoles por lesiones graves y amenazas coactivas.

Mientras, la defensora trabajaba a contrarreloj en la estrategia judicial con la que el ex mandatario buscará desacreditar a Yañez: Fernández dice tener testimonios para contrarrestar la seria denuncia de su la ex primera dama, que llegó a acusarlo esta semana en la Justicia de darle patadas en el vientre, de tomarla del cuello, de propinarle un puñetazo en el ojo y de cachetadas sistemáticas durante el último año de gobierno.

Con qué argumentos de la vida privada de la ex primera dama, y de la relación tormentosa que construyeron en estos años, intentará el ex jefe de Estado defenderse en la Justicia es todavía una incógnita. También cómo hará para replicar los chats de WhatsApp y las imágenes que surgieron del peritaje al dispositivo de Cantero.

El miércoles, Fernández recibió en su teléfono -el fin de semana cambió el número después de que la Justicia secuestrara su anterior aparato y su histórica línea- un mensaje de Juan Manuel Olmos: el ex vicejefe de Gabinete le sugería que enviara rápidamente al apoderado del Partido Justicialista una carta con su renuncia -estaba de licencia desde marzo-. El apuro tenía tanto que ver con la imputación del fiscal González como con la avanzada de sectores del peronismo porteño para expulsarlo en su condición de afiliado. Un operativo liderado por sectores vinculados a La Cámpora y al sindicalista Víctor Santa María. Había que descomprimir la situación. Al menos por ahora.

Según pudo reconstruir este medio, Olmos, uno de los ex colaboradores que todavía habla con Fernández, le envió un borrador de la carta. El ex mandatario hizo algunos cambios de estilo, agregó algunas consideraciones y un par de párrafos. Por ejemplo, el último, en el que se despide de esta manera: “Con mi alma lastimada por tanto escarnio y siendo víctima de una cruel operación que también lastima a mis hijos, saludo a cada compañero y compañera con mi compromiso de siempre”.

En los últimos días, amigos como Julio Vitobello y Eduardo Valdés -había versiones que daban cuenta de que el ex secretario General de la Presidencia y el diputado, muy cercanos, se habrían alejado un poco de Fernández en estas horas-; Alberto Iribarne, Jorge Argüello y Albistur lo acompañaron a diario, telefónicamente. También ex funcionarios como Santiago Cafiero u Olmos. Pablo Galíndez, su medio hermano, se había instalado en los primeros días en el departamento de Puerto Madero, custodiado por Diego Sandrini, el jefe de la custodia.

El ex mandatario casi que no tuvo ninguna defensa pública. Por el contrario, dirigentes del kirchnerismo se amontonaron para defenestrarlo, incluida la ex presidenta Cristina Kirchner, que también despotricó en privado: frente a algunos interlocutores, recordó en los últimos días que ella siempre tuvo la libido en el poder y en la política, y que no se dio tiempo, al menos en todos estos años, para las distracciones con las que Fernández se entretuvo durante su gobierno.

En parte del entorno del ex presidente sobrevolaba además en estas horas una creciente inquietud en torno a qué información tendría acumulada el teléfono que le secuestraron los funcionarios judiciales durante el operativo del pasado viernes. El propio Fernández aseguró en la entrevista que le concedió al diario El País de España que no sabía cómo se le habían borrado las conversaciones viejas de WhatsApp en las que su ex pareja daba cuenta del maltrato físico. Una explicación dudosa.

Lo cierto es que, cuando le preguntaron si aceptaba desbloquear el teléfono, Fernández dio el visto bueno y liberó el dispositivo, una de las últimas versiones de Iphone. Enseguida, los funcionarios desactivaron el reconocimiento facial y cambiaron la clave numérica para facilitar los peritajes. Hay una cantidad de viejos colaboradores presidenciales, de allegados y de allegadas intranquilos con la información que pueda surgir de ese dispositivo: todos sabían de la adicción del ex mandatario por las aplicaciones de mensajería instantánea, en cualquier momento del día.

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