Cuarenta y cinco años atrás, un amigo le abrió la mente para que la marroquinería sea el oficio que obre desde sus manos con la magia que lo acompaña hasta el día de hoy.
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Cuarenta y cinco años atrás, un amigo le abrió la mente para que la marroquinería sea el oficio que obre desde sus manos con la magia que lo acompaña hasta el día de hoy.
Agradecido a la vida por seguir aprendiendo, Raúl Chorolque ofrece su labor como artesano jujeño del cuero y la comparte día a día. La maestría de su habilidad se revela en el trabajo detallado puesto en abarcas, ojotas y sandalias con dibujos marcados en relieve que se multiplican en diferentes pares que no dejan de abrirse paso en el campo de lo comercial.
La creatividad de artista popular surgió con un viaje a Formosa -capital de la artesanía-, donde logró observar sorprendentes piezas en cuero expuestas ante el público. Enseguida quiso replicarlo y con una gran fuerza de voluntad, aprendió. Con moldes e ingenio, se inició en el camino de manera independiente y se dispuso a producir calzados con este noble material. "Crear nuevos modelos, los míos propios, fue muy lindo. Mi primer trabajo fue un par de ojotas", recordó con nostalgia Raúl Chorolque, este trabajador orgulloso de aquel resultado final.
Con el tiempo, los conceptos fueron cambiando, pero el cuero, la vaqueta y la suela siempre estuvieron a su alcance como elementos indispensables.
"Una vez, faltando un mes para el 23 de agosto, me buscaron por un pedido grande para los estudiantes de una escuela y fue mayor mi alegría", explicó el artesano que aborda en sus sandalias, las tonalidades típicas del cuero, invitando a quienes las miran a lucirlas como artesanías netamente jujeñas, desde la esquina de General Juan Lavalle y 19 de Abril.
"Soy bien jujeño, bien colla y esto es ciento por ciento un trabajo artesanal", destacó Chorolque, cuyo arte es reconocido por residentes y visitantes del mundo. "De Europa compra mucha gente", dijo quien también hace cintos con diseños originales. "Hago productos para damas y caballeros, los cintos son de distintas medidas en el largo es de 1,10 metro por tres centímetros de ancho y, para ellas, va a depender pero con 2,5 centímetros de ancho. También rastras para gauchos, pero eso es a pedido", comentó. Los cintos se combinan con hebillas, remaches y hasta tachas, que -en sus comienzos- fueron infaltables.
Al ser material nacional, la calidad del cuero está a la vista. Él colocó sus diseños en la calle, al pasar, para experimentar la venta urbana y logró el efecto esperado. Hoy, sigue elaborando calzados para primavera/verano, principalmente en la variedad de franciscanas, hippies con tiras, cruzadas y abarcas.
Busca el materia prima, se autoabastece y se propone la labor que aplica con sus manos. "Estoy conforme porque vivo de esto, es algo que realmente me gusta", afirmó este padre de familia que junto a Magdalena Balvín, su esposa, trabaja sin cesar.
"A los chicos que están interesados en este oficio, les diría que si les gusta, que se animen y que lo hagan. Me gustaría que haya más artesanos porque es un trabajo lindo. Lo que sí es verdad, es que se necesita tiempo porque hay que tener mucho para dedicarle, les diría a los chicos que aprendan de esta labor para mostrar sus piezas", expresó, orgulloso de su práctica con esmero.
