A ese ermitaño lo conocí con otro nombre, nos dijo el comisario acomodándose en su silla, pero les aseguraría que se trata del mismo. Se lo describo para ver si coincidimos, le dijo al padrecito: llama en él la atención lo poblado de las cejas entrecanas y los hombros altos, como si pese a su escasa dieta tuviera el porte de un atleta.
inicia sesión o regístrate.
A ese ermitaño lo conocí con otro nombre, nos dijo el comisario acomodándose en su silla, pero les aseguraría que se trata del mismo. Se lo describo para ver si coincidimos, le dijo al padrecito: llama en él la atención lo poblado de las cejas entrecanas y los hombros altos, como si pese a su escasa dieta tuviera el porte de un atleta.
Bajo las cejas, sus ojos parecen mirar y no mirar a la vez, salvo de vez en cuando, cuando algo que se le dice lo mueve a compasión y reacciona.
Entonces, su mano se abre como si fuera darnos algo, y lo cierto es que, pese a estar vacía, nos deja la sensación de haberlo recibido. Algo así como un gran mentiroso, dijo Blanca con una sonrisa.
Pierro era incapaz de desmentir a la mujer que amaba, asintió con su gran cabeza calva y prosiguió diciendo que cierta vez se presentó ante mi escritorio.
Había entrado a la seccional con tanta seguridad que la guardia no creyó necesario preguntarle nada, buscó mi despacho como si lo conociera y se sentó frente a mí sin tenderme la mano.
No era una falta de respeto, al menos nada en él parecía serlo, y como si sentarse frente a mi escritorio fuera lo más natural del mundo, me dijo que había caminado demasiado para llegar hasta allí.
Eso sólo ya le daba un aire misterioso del que, sin embargo, no parecía vanagloriarse, por el contrario.
Puso las manos sobre el escritorio, cerca de la foto de mi graduación, y me miró fijo para decirme que algo en el mundo no está bien.
Lo dijo con esa convicción tan tuya de que hiciera falta decirlo.
x
x