Sin duda que tenía relación con lo que acababa de contar. La relación entre los temas tiene menos que ver con el tema que con la persona que lo considera, y así el padrecito creyó que venía a cuento aportar con la historia de ese ermitaño que vivía junto a una vertiente. Los ermitaños, nos dijo, suelen tener fama de santos aunque no siempre lo sean.
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Sin duda que tenía relación con lo que acababa de contar. La relación entre los temas tiene menos que ver con el tema que con la persona que lo considera, y así el padrecito creyó que venía a cuento aportar con la historia de ese ermitaño que vivía junto a una vertiente. Los ermitaños, nos dijo, suelen tener fama de santos aunque no siempre lo sean.
Este caso, siguió diciendo, podía ser diferente. De los que se llegaban a visitarlo, algunos no regresaban más y se quedaban vagando por aquellos parajes yermos. Otros regresaban para sembrar la mala fama de la locura. Aún recuerdo a esa madre que se llegó a la sacristía para señalar al ermitaño: bien sanito que fue a visitarlo mi hijo y así es como me lo devolvió. Los santos están para mejorar a la gente, le dijo el obispo cuando el párroco fue a consultarlo.
Yo que usted voy a ver de qué se trata, le ordenó y entonces, nos contaba el padrecito, armé mi mochila con lo poco necesario y salí antes del aclarecer, que es la mejor hora de andar cerros. Anduve hasta que sentí que alguien tiraba piedras a mi camino. Pensé que podía tratarse de uno de esos sayales que deshacen el faldeo hacia el barranco, algunas cabras a las que les costaba trepar o el mero sudor de la montaña, pero por las dudas me persigné porque en esos parajes aislados suelen brotar los espantos. Davueltando antes de descender, fue que descubrí a ese pobre hombre que me miró con ojos desencajados, me tironeó de la manga y me suplicó que no siguiera mi camino hacia la vertiente del ermitaño.