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Laberintos Humanos: Demasiada intimidad

Miércoles, 17 de junio de 2020 01:03

El abuelito me siguió contando de esa conversación que le escuchó al vecino. Se había convencido de que la mujer con la que hablaba fue su amante en una vida anterior, y pensaba eso porque, pese a no conocerla sino por estas redes virtuales que nos unen y nos separan, sentía demasiada intimidad, demasiada confianza. Y como si esa certeza lo encarnara, empezaron a hablar de una huida, porque ella en la otra vida estuvo casada, de las emociones de esa nueva libertad, del placer y la perspectiva de estar juntos, de los deseos que tenían y de lo que pensaban concretar y, para sorpresa de ambos, se llamaban ya con otros nombres que no eran los suyos sino, capaz, los de aquellos.

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El abuelito me siguió contando de esa conversación que le escuchó al vecino. Se había convencido de que la mujer con la que hablaba fue su amante en una vida anterior, y pensaba eso porque, pese a no conocerla sino por estas redes virtuales que nos unen y nos separan, sentía demasiada intimidad, demasiada confianza. Y como si esa certeza lo encarnara, empezaron a hablar de una huida, porque ella en la otra vida estuvo casada, de las emociones de esa nueva libertad, del placer y la perspectiva de estar juntos, de los deseos que tenían y de lo que pensaban concretar y, para sorpresa de ambos, se llamaban ya con otros nombres que no eran los suyos sino, capaz, los de aquellos.

Se dejaron llevar por ese juego y se describieron cómo fue ese día nuevo para sus nuevas vidas, cómo se vieron en una estación de tren, las pocas cosas que llevaban, el abrazo que se dieron, el beso, los nervios y la seguridad que se brindaban, y lo que conversaron ya sentados en sus butacas, junto a la ventanilla de aquel tren.

Esa conversación parecía vana, y sólo era entrañable por la memoria que guardaba, y escucharon el golpe, los gritos que de a poco develaban un accidente, sus propias muertes sin haber podido terminar el tema de que hablaban y por lo que, ya en esta vida, lo debían continuar en una charla telefónica. Se habían conocido en alguna de esas callejas de internet, capaz que no se verían las caras nunca, y en esta vida concluyeron esa conversación pasajera de dos amantes, sólo importante por sus sentimientos mutuos.

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