28 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Construir y tocar el charango, pasiones que van de la mano

Hasta el día de hoy, José lleva construidos alrededor de 1000 charangos, que se encuentran distribuidos en distintos rincones. Tiene uno de sus talleres en Purmamarca, adonde los músicos acuden en busca de un compañero de escenario fiel a sus sonidos.
Martes, 12 de junio de 2018 00:00

Un cartel de madera con la leyenda "Charangos Patagua" anclado en una de las casas más antiguas y tradicionales del Pueblo de los Siete Colores, frente a la Plaza 9 de Julio, nos llevó a conocer la historia de José, luthier de charangos y además profesor de artes, un hacedor de este instrumento andino que además lo supo llevar como músico a muchos escenarios.

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Un cartel de madera con la leyenda "Charangos Patagua" anclado en una de las casas más antiguas y tradicionales del Pueblo de los Siete Colores, frente a la Plaza 9 de Julio, nos llevó a conocer la historia de José, luthier de charangos y además profesor de artes, un hacedor de este instrumento andino que además lo supo llevar como músico a muchos escenarios.

José Patagua tiene 66 años, es orgullosamente purmamarqueño y su serenidad y la sencillez lo caracterizan. Ofreciéndonos un mate nos invita a pasar a su local de venta de charangos donde las cuerdas lucen listas para ser ejecutadas, allí cerca de los cerros de siete colores.

Hasta el día de hoy, José lleva construidos alrededor de 1000 charangos, que se encuentran distribuidos en distintos rincones del país y seguramente en otras partes del mundo, porque también además de músicos reconocidos de nuestra provincia, muchos turistas se animan a comprar uno en su negocio del pueblo en sus visitas a Purmamarca.

Ante un frío amenizado por el fuego de las leñas colocadas en la salamandra, nos cuenta cómo comenzó esta apasionante profesión que no piensa dejar de hacer hasta que sus fuerzas lo permitan, porque sencillamente ama lo que hace.

Recordando una importante etapa en su vida rememoró "yo estudié Artes Plásticas en San Salvador, luego me fui a cursar la Licenciatura y el Profesorado de Pintura en la Facultad de Bellas Artes en La Plata cuando tenía 24 años, llevando mi charango para tocar, recuerdo que tenía un charango boliviano que allá con el clima se empezó a deteriorar por el contacto con la humedad".

Motivado por la curiosidad y por la ansiedad de tocar su instrumento comenzó sus primeros pasos como lutier "lo desarmé y empecé a repararlo, cuando ya lo tenía listo pensé que podía hacerme uno y comencé a hacer uno y después otro, y así empezó porque tenía muchas ganas, me entusiasmaba mucho".

Mientras cursaba su carrera con mucho esfuerzo, también llevaba en alto los acordes de su charango y con un grupo de compañeros de la facultad, formó un grupo llamado Purmamarca, con el que recorría escenarios de La Plata y de Buenos Aires.

Con los años y ya con el título en mano supo conjugar dos carreras distintas, pero igual de apasionantes para él. Apenas se recibió comenzó a trabajar como docente con en la Facultad de aquel entonces.

Enseñando en las aulas nunca dejó su taller de charangos, probaba tipos de maderas, las medidas, cambiaba las cuerdas, y creaba diseños únicos tallando con técnicas aprendidas durante su formación en artes plásticas.

"Trabajaba con madera acacio, fresno, porque no todas las maderas tienen sonidos, hay maderas que se las llama sordas, vas buscando y viendo cuál funciona, no solo para el sonido sino también para la resistencia. En el año 82 hacía 3 o 4 charangos por mes. Actualmente estoy haciendo una incursión con madera de álamo plateado, un árbol que hay mucho por acá por Purmamarca".

Al cebar unos mates y mirar las flores de su jardín nos detalla su forma de trabajar "yo hago los charangos todos con una sola pieza, la caja o el mango o el mástil es todo de una sola pieza, hay otros que lo hacen encastrado o de tres piezas. Primero selecciono la madera, después marcas con un molde para hacer el hueco que es la parte de la caja, cavas, cortas y lijas dándole la forma, esa es la parte de atrás. Adelante tenes la tapa que es como el baffle que sopla y hace que salga el sonido. En el mango va la tastiera que determina, las notas que vas tocando. Después tenes la cabeza, antes los cabeceros eran de madera y las cuerdas de acero y después las hicieron de nylon".

Asimilando su formación en artes plásticas explicó "hago tallados temáticos, temas norteños y quebradeños, también tallo rostros, por ejemplo Gustavo Patiño tenía un charango que se lo robaron, donde yo lo había tallado a él tocando el erke. Hay charangos desde 5 mil a 20 mil, depende del aparato que le pongas".

Los tipos de charango

El silencio reina en una tarde purmamarqueña y después de unos minutos de entrevista José, un poco en su rol de docente, nos explica los tipos de charangos "el tradicional se mide de acuerdo al tiro, del puente hasta donde se apoya la cuerda, antes de la cabeza, por lo general mide 37 centímetros. Otro es el charango ronroco, o el maulincho que es más chiquito y chillón, y nosotros hicimos un charango más bajo que le pusimos octavango, que es una octava más baja que el ronroco".

Contento por su labor cuenta que "muchos músicos de la provincia compraron mis charangos, por ejemplo Jaime Torres tenía algunos, también Gustavo Patiño y músicos de Humahuaca, en este lugar costó entrar con charangos de aquí porque se vendían y se compraban charangos de Bolivia".

Pensando en que en las próximas horas debía viajar hacia La Plata, ya que José vive en aquella ciudad y también pasa tiempo en su tierra natal, nos expresa emocionado "el charango es para mí como un hijo, uno no se da cuenta cuando los hace, y si por ahí los volves a ver se siente algo especial. Los músicos son transmisores de nuestros charangos, por ahí van a tocar a algún lugar y otros lo ven y preguntan y así nos contactan para comprar".

Pero más allá de las producciones terminadas, las ventas logradas, el tallado más perfecto de un charango, José Patagua se siente inmensamente feliz al saber que su familia y sus hijos están muy contentos de su profesión como lutier.

No hay satisfacción más grande para él que saber que sus hijos aman la música y comparten su pasión. "Tengo tres hijos José María, Lautaro Julián y Melania. Ellos se criaron con la música en casa, con los instrumentos y el charango dando vueltas y hoy dos de ellos son músicos", expresa orgullosamente José Patagua, luthier de Purmamarca.

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