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6 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Todo empieza en mí

Martes, 17 de enero de 2017 01:30

Todo empieza en mí

En el campo de las relaciones interpersonales, necesitamos entrenarnos en la práctica del autodominio. ¿De qué se trata? De aquella actitud que nos permite considerar todo el contexto de una situación y escoger la mejor parte. Es una forma de reaccionar o, mejor dicho, de evitar reaccionar negativamente.

Muchas personas brutalmente honestas se excusan diciendo: "Yo digo todo lo que pienso y no tengo pelos en la lengua". Quienes se comportan de esta forma no son de ninguna manera inteligentes. Alguien inteligente desarrolla, entre otras cosas, el autodominio. Es decir que es capaz de ver claramente y de elegir aquello que más le conviene. Sabe negociar y tratar bien a los demás.

Tener autodominio no es sinónimo de ser reprimido ni de callarse siempre la boca. Más bien es aprender a relacionarse con quienes nos rodean de manera sana, lo cual incluye hablar si es preciso, pero sin lastimar innecesariamente al otro. Algo que muchos no parecen tener en cuenta. Quien tiene dominio de sí mismo es más feliz y tiene menos problemas, ya sea en al ámbito del trabajo o de la familia.

La mayoría de las veces, el problema no se encuentra afuera, en el otro, sino en nuestro interior. Por eso, para llevarnos bien con la gente, necesitamos aprender a relacionarnos primero con nosotros mismos. Resulta irónico pero la persona más preparada a nivel académico puede carecer de empatía (ponerse en los zapatos del otro) y ser un menos diez a la hora de vincularse con alguien.

La razón, como ya mencionamos, se halla en el hecho de que no sabe cómo llevarse bien consigo misma. Si tuviera autodominio y fuera consciente de que es el único responsable de su propia vida, sería capaz de hacerse cargo de su situación, sin echar culpas a los demás y conectando con ellos de modo positivo.

Si vos no tenés crecimiento en cualquier área de tu vida, no depende exclusivamente del afuera, del país, de tu trabajo, de tu jefe o de la economía; sino de lo que vos mismo estás haciendo para generar un cambio y lograr avanzar en esta área. Una buena pregunta para enfrentar cualquier situación de estancamiento sería: "¿Qué cosas hice hasta ahora para alcanzar mis objetivos?".

Solo al conocernos a nosotros mismos y, a partir de ello, reconocer tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades, podemos amigarnos con el mundo y generar nuevas oportunidades. Es entonces que vemos cómo todo comienza a funcionar en nuestra vida. Y todo porque dejamos de mirar hacia afuera y nos atrevimos a mirar hacia adentro.

Dejar de estar pendiente de los demás, de sus acciones y opiniones, nos permite también festejar los logros ajenos: ascensos laborales, materias aprobadas, carreras finalizadas, casamientos celebrados y cualquier otro éxito de un par, o incluso de un extraño. Aquí debemos mencionar el hecho de que TODO lo que celebramos en los otros, tarde o temprano, llega a nuestra vida. Es en realidad un anticipo de nuestro propio éxito, pues lo semejante atrae lo semejante.

No hay nada más atractivo en este mundo que una persona humilde. Entendiendo por humildad, la predisposición a aprender hasta el último día de la existencia. Por el contrario, la persona orgullosa por lo general termina sola, ya que a nadie le gusta estar cerca de alguien que cree saberlo todo y no acepta un consejo o una corrección.

Cuando la humildad es uno de nuestros rasgos, podemos descubrir y soltar el potencial ilimitado que llevamos adentro. ¿Sabías que en tu interior hay fuerza, dominio propio, valentía y sabiduría (entre muchas otras cosas)? Solo vos podés provocar el cambio que necesitás en tu vida. Todo está dentro de vos y todo empieza en vos y de cómo te veas a vos mismo.

Buscá un motivo todos los días para ser feliz y enfocate siempre en tus asuntos, a la vez que vas sembrando cosas buenos en quienes te rodean. Te vas a sorprender del resultado de tu siembra porque todo lo que hacemos por los demás vuelve a nuestra vida multiplicado.

Cuando uno sabe quién es, es capaz de respetar al otro y establecer un vínculo sano y productivo.

Si tenés alguna inquietud, podés escribirme [email protected]
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En el campo de las relaciones interpersonales, necesitamos entrenarnos en la práctica del autodominio. ¿De qué se trata? De aquella actitud que nos permite considerar todo el contexto de una situación y escoger la mejor parte. Es una forma de reaccionar o, mejor dicho, de evitar reaccionar negativamente.

Muchas personas brutalmente honestas se excusan diciendo: "Yo digo todo lo que pienso y no tengo pelos en la lengua". Quienes se comportan de esta forma no son de ninguna manera inteligentes. Alguien inteligente desarrolla, entre otras cosas, el autodominio. Es decir que es capaz de ver claramente y de elegir aquello que más le conviene. Sabe negociar y tratar bien a los demás.

Tener autodominio no es sinónimo de ser reprimido ni de callarse siempre la boca. Más bien es aprender a relacionarse con quienes nos rodean de manera sana, lo cual incluye hablar si es preciso, pero sin lastimar innecesariamente al otro. Algo que muchos no parecen tener en cuenta. Quien tiene dominio de sí mismo es más feliz y tiene menos problemas, ya sea en al ámbito del trabajo o de la familia.

La mayoría de las veces, el problema no se encuentra afuera, en el otro, sino en nuestro interior. Por eso, para llevarnos bien con la gente, necesitamos aprender a relacionarnos primero con nosotros mismos. Resulta irónico pero la persona más preparada a nivel académico puede carecer de empatía (ponerse en los zapatos del otro) y ser un menos diez a la hora de vincularse con alguien.

La razón, como ya mencionamos, se halla en el hecho de que no sabe cómo llevarse bien consigo misma. Si tuviera autodominio y fuera consciente de que es el único responsable de su propia vida, sería capaz de hacerse cargo de su situación, sin echar culpas a los demás y conectando con ellos de modo positivo.

Si vos no tenés crecimiento en cualquier área de tu vida, no depende exclusivamente del afuera, del país, de tu trabajo, de tu jefe o de la economía; sino de lo que vos mismo estás haciendo para generar un cambio y lograr avanzar en esta área. Una buena pregunta para enfrentar cualquier situación de estancamiento sería: "¿Qué cosas hice hasta ahora para alcanzar mis objetivos?".

Solo al conocernos a nosotros mismos y, a partir de ello, reconocer tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades, podemos amigarnos con el mundo y generar nuevas oportunidades. Es entonces que vemos cómo todo comienza a funcionar en nuestra vida. Y todo porque dejamos de mirar hacia afuera y nos atrevimos a mirar hacia adentro.

Dejar de estar pendiente de los demás, de sus acciones y opiniones, nos permite también festejar los logros ajenos: ascensos laborales, materias aprobadas, carreras finalizadas, casamientos celebrados y cualquier otro éxito de un par, o incluso de un extraño. Aquí debemos mencionar el hecho de que TODO lo que celebramos en los otros, tarde o temprano, llega a nuestra vida. Es en realidad un anticipo de nuestro propio éxito, pues lo semejante atrae lo semejante.

No hay nada más atractivo en este mundo que una persona humilde. Entendiendo por humildad, la predisposición a aprender hasta el último día de la existencia. Por el contrario, la persona orgullosa por lo general termina sola, ya que a nadie le gusta estar cerca de alguien que cree saberlo todo y no acepta un consejo o una corrección.

Cuando la humildad es uno de nuestros rasgos, podemos descubrir y soltar el potencial ilimitado que llevamos adentro. ¿Sabías que en tu interior hay fuerza, dominio propio, valentía y sabiduría (entre muchas otras cosas)? Solo vos podés provocar el cambio que necesitás en tu vida. Todo está dentro de vos y todo empieza en vos y de cómo te veas a vos mismo.

Buscá un motivo todos los días para ser feliz y enfocate siempre en tus asuntos, a la vez que vas sembrando cosas buenos en quienes te rodean. Te vas a sorprender del resultado de tu siembra porque todo lo que hacemos por los demás vuelve a nuestra vida multiplicado.

Cuando uno sabe quién es, es capaz de respetar al otro y establecer un vínculo sano y productivo.

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