Laberintos humanos: hombros desnudos
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Laberintos humanos: hombros desnudos
Cuando don Gertrudo nos dejó sentimos una desazón inexplicable porque, al fin de cuentas, no hizo más que contarnos cuentos. Para colmo, tras sus pasos llegaron los de Nataela Presley, una muchacha cuya figura cautivara la teleaudiencia de los años sesenta. Nataeladejó temblar sus largas pestañas, que sus cabellos lacios le cayeran sobre los hombros desnudos y suspiró.
Décadas atrás, nos dijo, cualquier hombre suspiraba por mis gestos. Pero los años pasaron, dijo y Armando, que la recordaba, le ofreció fuego para encenderle el cigarrillo que le pendía de la mano. Se la ve igual que entonces, dijo embobado, y ella lo miró lánguida a los ojos y le respondió que ese era el problema.
La gente se cansa de ver a una persona que no cambia, y si con inocencia podemos desear la juventudeterna, cualquiera imagina que será de lo más perniciosa. Vean, dijo dejando de apoyarse en la mesa para mecerse caminando delante de nuestros ojos azorados. Hace cincuenta años cualquier empresario hubiera empeñado su fortuna para cenar conmigo.
Muchos lo hicieron, nos confesó, pero aunque todos pueden desear dormir con una joven de mi talla, el tiempo pasa y mi juventud suena como una afrentaante sus ojos avejentados. Se exasperan, me acusan de infidelidades o de brujería, y tardan en dejarme porque saben que nunca darán con otra como yo, pero al fin lo hacen.
Todos lo hacen, nos dijo Nataela Presley llena de tristeza.Armando y yo callamos porque intuimos que su memoria podía interesarnos, sobre todo viniendo de una boca tan bella.