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6 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Casto licencio

Lunes, 16 de enero de 2017 01:30

Laberintos humanos. Casto licencio

Al fin, yo creo que más bien por vergüenza, don Gertrudo se hundió en un casto silencio. Ustedes me perdonarán, nos dijo, pero soy incapaz de seguirles confesando mis cuitas. La vida se equivocó conmigo, nos dijo, y se equivocó fiero. ¿Para qué le da hambre al incapaz de tolerar comida?

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Laberintos humanos. Casto licencio

Al fin, yo creo que más bien por vergüenza, don Gertrudo se hundió en un casto silencio. Ustedes me perdonarán, nos dijo, pero soy incapaz de seguirles confesando mis cuitas. La vida se equivocó conmigo, nos dijo, y se equivocó fiero. ¿Para qué le da hambre al incapaz de tolerar comida?

Quise a demasiadas mujeres y ninguna, salvo mi esposa, me quiso. Lo cierto es que yo la quiero a ella, nos dijo don Gertrudo, pero no puedo de dejar de mirar a las otras, sean casadas o solteras. Cuanto más imposible es un amor, más me atrae, tanto que mi último fracaso siempre es más absurdo.

Al fin se levantó de la mesa, pagó las cervezas que nos había prometido y, como para demostrar su incorregible picaflorés platónica, tomó la mano de la moza que nos atendía entre las suyas, le susurró vaya a saberse qué palabras al oído, recibió una soberbia mirada de desprecio, se secó el sudor de la frente y se marchó.

Cuando la moza se acercó a pasarle el trapo a nuestra mesa, caímos en la tentación de preguntarle qué le había dicho don Gertrudo antes de recibir su desprecio, y ella nos respondió que vaya a saberse, no le entendí nada, dijo. Luego, ya en la calle, Armando concluyó que acaso esa fuera la causa de sus repetidos fracasos, no una pasión incorregible sino una confesión incomprensible.

No es que nadie acepte su amor, sino que ninguna mujer le entiende sus declaraciones, me explicó pero se me hace que esa explicación, como cualquier otra, estaba lejos de poder dar cuenta de algo tan incomprensible como son los sentimientos.

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