Laberintos humanos. Armónica pizzería
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Laberintos humanos. Armónica pizzería
Todo iba bien hasta que Platanita, mujer de Buendía, amplió el negocio a lo que fueron luego sus famosos tallarines, cosa que él jamás pudo tolerar, nos contó don Gertrudo. La verdad es que yo estaba enamorado de la esposa de mi amigo, pero hubiera sido incapaz de confesarlo de no ser por esa riña que nació en lo que fuera una armónica pizzería.
Ella se empacó en servir pastas y él en que era incorrecto, algo así como una traición, y en ese resquicio de la felicidad matrimonial creí ver mi oportunidad. Empecé, como imaginarán, por elogiarle los tallarines y las salsas, el queso y el dente de su cocción, cosa que puso celoso a mi amigo.
¿Cómo conjugar una amistad con un amor inconfesable?, nos preguntó. Pero ignoraba que ni la intromisión de los fideos en la carta de la pizzería, ni la negativa de Buendía, era algo inocente, sino que delataban el romance apasionado y oculto que la bella y bizca Platanita tuvo con Maximiliano Perelli, célebre amasador de fideos maimareño.
Maximiliano era extremadamente desagradable, pero ella me confesó que en la variedad estaba el gusto, y que lo que le atraía del fideero era el contraste con lo atractivo que era su marido. Cosa de no creer, pensé yo, que también había aspirado a reemplazarlo, nos dijo don Gertrudo. Pero así son de inexplicables las cosas, y sobre todo las cosas del caprichoso corazón.
De todos modos, Platanita huyó con Maximiliano pero no muy lejos, porque al llegar a Volcán ya comprendió que lo que le atraía del uno era el contraste con el otro.