Laberintos humanos. Nada interesante
inicia sesión o regístrate.
Laberintos humanos. Nada interesante
Así fue que don Gertrudo nos dio alcance, se hizo cargo de las bebidas y nos creyó en la obligación de escucharlo. Nos habló, por ejemplo, de aquel amigo suyo que se pasaba las tardes comiendo aceitunas desde que fue trabajador golondrina en La Rioja.
¿A ustedes les parece?, dijo poniendo cara de asco en obvia referencia a las aceitunas, cosa que no compartí porque su sabor cuenta entre los que tengo por favoritos. Entonces, en un tono abiertamente autorreferencial, don Gertrudo nos habló de las aceitunas, del trabajo de golondrina de su amigo y de su romance, porque ese tal Buendía Fuentes se casó con Platanita Misma, hija de un maestro pizzero.
De Buendía y Platanita nacieron las más ricas pizzas que comí, nos contó don Gertrudo, salvo por las aceitunas. Pero todo tiene su defecto, tanto aquellas exquisiteces como la misma Platanita Misma, que era bella y bizca a la vez. Como los gatos de raza, dijo entrecerrando los ojos recordando, sin duda, el amor que sintió por la mujer de su amigo más que por sus pizzas.
Es cierto, reconoció, pero nunca le toqué ni un pelo. Me conformaba con sentir su perfume cuando me servía las porciones de mozzarella derretida sobre el plato, una verdadera fusión entre el olfato y el sabor. Pero Platanita y Buendía hacían tan buena pareja como sus pizzas y sus aceitunas, nos dijo don Gertrudo, tanto que no podía hablarse del uno sin mentar al otro.
Todo fue bien hasta que a ella se le ocurrió ampliar el mercado al de los tallarines, innovación que su esposo jamás pudo tolerar.