"En la vida quien se cree justo y juzga a los otros o los desprecia es un corrupto y un hipócrita", aseveró el pontífice al recordar la parábola del fariseo y el publicano reproducida en el Evangelio de Lucas del Nuevo Testamento. "La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja de Dios y de los otros", rezó.
"No basta pues preguntarnos cuánto oramos, debemos también examinarnos cómo oramos, o mejor, cómo es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y extirpar la arrogancia y la hipocresía", pidió durante su intervención.
"Pero, yo pregunto: ¿se puede orar con arrogancia? No. ¿Se puede orar con hipocresía? No. Solamente, debemos orar ante Dios como nosotros somos. Pero éste oraba con arrogancia e hipocresía", lamentó al recordar al fariseo de la parábola.
En ese marco, criticó el "frenesí" de la vida cotidiana y aseguró: "Estamos todos metidos en la agitación del ritmo cotidiano, muchas veces a merced de sensaciones desorientadas y confusas". "Es necesario aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es ahí que Dios nos encuentra y nos habla", manifestó.
"Solamente a partir de ahí podemos nosotros encontrar a los demás y hablar con ellos. El fariseo se ha encaminado hacia el templo, está seguro de sí, pero no se da cuenta de haber perdido el camino de su corazón", agregó. "La parábola nos enseña que se es justo o pecador no por la propia pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y los hermanos", finalizó.
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"En la vida quien se cree justo y juzga a los otros o los desprecia es un corrupto y un hipócrita", aseveró el pontífice al recordar la parábola del fariseo y el publicano reproducida en el Evangelio de Lucas del Nuevo Testamento. "La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja de Dios y de los otros", rezó.
"No basta pues preguntarnos cuánto oramos, debemos también examinarnos cómo oramos, o mejor, cómo es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y extirpar la arrogancia y la hipocresía", pidió durante su intervención.
"Pero, yo pregunto: ¿se puede orar con arrogancia? No. ¿Se puede orar con hipocresía? No. Solamente, debemos orar ante Dios como nosotros somos. Pero éste oraba con arrogancia e hipocresía", lamentó al recordar al fariseo de la parábola.
En ese marco, criticó el "frenesí" de la vida cotidiana y aseguró: "Estamos todos metidos en la agitación del ritmo cotidiano, muchas veces a merced de sensaciones desorientadas y confusas". "Es necesario aprender a encontrar el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es ahí que Dios nos encuentra y nos habla", manifestó.
"Solamente a partir de ahí podemos nosotros encontrar a los demás y hablar con ellos. El fariseo se ha encaminado hacia el templo, está seguro de sí, pero no se da cuenta de haber perdido el camino de su corazón", agregó. "La parábola nos enseña que se es justo o pecador no por la propia pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y los hermanos", finalizó.