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30 de Junio,  Jujuy, Argentina
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No hay que confiarse

Miércoles, 04 de marzo de 2015 00:00

Las tropas, fuertemente armadas con aparatos extraños que detectaban la vida con sus luces y la destruían con media docena de bocas que disparaban, se toparon con una pared invisible que las detuvo. Pedro, Pablo y Franco las atravesaron porque se volvieron como fantasmas, y Esteban Franco les explicó que ese estado duraba un par de horas tras las que volvían a ser letales.

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Las tropas, fuertemente armadas con aparatos extraños que detectaban la vida con sus luces y la destruían con media docena de bocas que disparaban, se toparon con una pared invisible que las detuvo. Pedro, Pablo y Franco las atravesaron porque se volvieron como fantasmas, y Esteban Franco les explicó que ese estado duraba un par de horas tras las que volvían a ser letales.

¿Pero no nos persiguen?, quiso saber Pedro asombrado. No, dijo Franco, sólo marchan destruyendo cuanta vida encuentran en el monte porque sus mandos saben que todos los que tenemos fe nos escapamos por esta selva. Hace unos años ya que el monte santiagueño empezó a crecer de forma descontrolada comiéndose pueblos y ciudades.

La vegetación marchaba consumiéndolo todo, y cuando empezaron a perseguirnos pudimos escondernos en su espesura. Cada tanto bajan de un camión una tropa numerosa que aniquila toda vida con la que se cruza, pero no dura demasiado. La tropa se va deshaciendo en chatarra conforme se interna en la selva y hay un breve tiempo de paz, semanas, hasta que mandan otra.

Nunca retroceden, les dijo Franco, así que podemos andar tranquilos en esta dirección. Pero no hay que confiarse porque uno nunca sabe cuándo inventan un peligro nuevo. ¿Y por qué hay tanto odio en ellos?, quiso saber Pablo. Quien sabe, dijo Esteban Franco, sólo supimos que empezaron a perseguirnos.

Primero fue a las procesiones con la excusa de evitar une epidemia contagiosa, luego a los devotos del Gauchito, decían, para evitar accidentes de tránsito.

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